40. UNA SEMANA.

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~~JO~~

Despierto y salgo de los brazos de Nathaniel, no sé la hora, pero está iluminado. Bajo de la cama y con las zapatillas y una de sus camisas que cojo del armario voy a la habitación de al lado para buscar ropa interior, leggins negros, una sudadera suya que me queda grande, medias anchas y deportivos cómodos. En el espejo me peino agarrándome un moño bajo y salgo para bajar a la cocina por agua y por un desayuno ligero que consiste en un batido de frutilla.

—Bienvenida. —Hans entra a la cocina desde el pasillo con una toalla alrededor del cuello, sudado, y con ropa de ejercicio. Bajo el vaso al mesón—. Tu mamá quería verte apenas despertó, pero logré convencerla de que te deje descansar y regresó a su habitación.

Mis pies se mueven solos hacia arriba y alcanzo la puerta que abro encontrando el par de rostros que se iluminan al verme, me voy contra ellos que están sentados en el centro de la cama y les doy un beso en la cabeza a cada uno ignorando el dolor de mis brazos y piernas.

—¡Mi vida! —Mamá me aleja para tomarme por el rostro y verme, se altera cuando me ve el cuello con líneas rojas.

—Me ahorcaron cuando iba de salida, pero no me pasó nada, solo unos golpes y ya. —Minimizo la gravedad del asunto porque es mi mamá y lo menos que quiero es que se preocupe demasiado.

—Cuéntame todo ya —me pide con la voz frágil.

—No frente a Klein.

—Hijo ve a hacer tareas a la oficina de tu hermana, dame unos minutos para hablar con ella —le pide acariciándole la cabeza con la palma izquierda.

Le tomo el rostro con una mano para acercarlo y darle un par de besos en la frente, luego él se baja de la cama y sale cerrando. A continuación, le cuento lo que quiere a mi mamá con nombres, omitiendo que me hayan dejado en el cuarto minúsculo, que me hayan querido prostituir, y que me hayan querido violar, solo le digo que me golpearon y que pasé encerrada la semana entera, la huida también se la cuento.

—¿No aprendes?, vámonos de aquí, deja de aferrarte a alguien que va a hacer que termines muerta, por favor, hija, vámonos, yo conseguiré un trabajo de mesera lejos de la zona en la que vivimos para que no tengas que preocuparte por si me molestan, pero vámonos.

—Dame una semana para poder despedirme, por favor, después lo voy a dejar, solo dame una semana.

—¿De verdad estás tan enamorada? —me pregunta triste—, porque me estoy reflejando en ti y no le deseo eso a nadie.

—Solo una semana.

Me analiza con la mirada y le permito ver mi pena. Golpean la puerta.

—Adelante —dice mamá.

Volteo y entra Vanora mostrándose agradecida, bajo de la cama para que me abrace unos segundos.

—Hans me dijo que ya despertaste, revisé a Nathaniel y está profundo, no ha dormido más de dos horas desde que te secuestraron, y los primeros días ni lo intentó, su dieta también fue un desastre, espero que contigo de vuelta todo cambie.

—Como la de varios —rechista mi mamá.

—No la tuya, y siempre que regresábamos de buscarla estabas dormida —sonríe.

—No me dejaron salir —espeta.

—Porque no queríamos dos desaparecidas.

—Ya —las freno—, no pienso soportar esto, voy a bajar.

Salgo y bajo a la cocina para terminarme mi batido, también voy a la oficina de Nathaniel en busca de Hans, a quien efectivamente encuentro allí.

—¿Necesitas algo? —Alza la vista de las hojas que tiene en las manos. Lleva puestos lentes y hay una laptop y un celular a un lado.

LUMINISCENCIA (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora