♠CATORCE♠

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El sábado me la pasé tumbada en la cama toda la mañana, mientras revisaba algunos correos y me ponía al corriente con las tareas de esa semana

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El sábado me la pasé tumbada en la cama toda la mañana, mientras revisaba algunos correos y me ponía al corriente con las tareas de esa semana. No tenía mucho que hacer ya que Ángel se había ido a jugar a otro municipio y yo me había quedado a descansar.

Luego de almorzar sola, pues Melina seguramente estaría con su madre y a Sam no la había visto en varios días, me fui a la cama una vez mas y no supe a que hora me quedé dormida.

Me despertó la vibración de la alarma de mi teléfono, avisándome que el partido de Ángel comenzaría en breve.

Me preparé unas palomitas y me dispuse a conectarme a la transmisión en vivo a través de la cuenta de IG de la universidad.

Yo nunca entendí de futbol, no era como si me gustara o me interesaran siquiera sus reglas. Lo que si disfrutaba, era la sensación relajante de ver a mil tipos correteando un balón y que, de todos ellos, fuera la hermosa carita de Ángel lo único que reconocía.

Cuando faltaban como quince minutos en el marcador, mi teléfono volvió a vibrar, dejando ver en la pantalla el nombre de Eduardo.

Contesté sin pensármelo dos veces.

—¿Estas ocupada? — Preguntó con esa voz rasposa y sensual que fácilmente puede hacerme temblar las piernas.

—¿Te importa de verdad? — Pregunté con arrogancia y solo recibí como respuesta, un gruñido de inconformidad.

—¿Podemos vernos? — Esta vez, su voz se escuchaba con ese timbre de incomodidad, como si le costara media vida el tener que pedir algo.

—¿Dónde? — Creo que mi respuesta le sorprendió porque se demoró un largo minuto en contestar.

—Te diría que, en mi casa; pero estoy seguro de que te negarás. —

—Estás en lo correcto. —

—¿Te parece bien si nos vemos en el club Bucanero? —

—¿El bar donde se reúne el ochenta porciento de la universidad? ¿Es broma? —

—Dije club, no bar, cariño. Hay una gran diferencia entre uno y otro. —

—Perdona mi ignorancia. —

—A ti te perdonaría todo, Kendrra. — El modo en como Alejandro decía mi nombre, arrastrando la R hasta volverla un gruñido, revolvía dentro de mí, cientos de emociones que no deberían estar ahí.

Era como si ese sonido fuera un mantra destinado a despertar a mis bestias internas.

—Me duele el alma solo de pensar que puedo desmerecer tu perdón. — Respondí con sarcasmo, intentando controlar las volteretas de mi estómago.

—Me duele el alma solo de saber que tu crees que es broma. — Dijo con esa seriedad tan propia de él y tan, difícil de descifrar.

—¡Como sea! Deja de jugar y envíame la ubicación. Te veo en media hora. —

TE DESEO A TI (CENSURADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora