♠VEINTITRES♠

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Llevaba al menos una hora, sentado sobre la arena mojada

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Llevaba al menos una hora, sentado sobre la arena mojada. Pensaba en lo afortunado que era por haber visto lo maravilloso del amanecer y del atardecer en el mar.

No son iguales, en ningún caso.

Cuando el sol se levanta detrás del mar, su luz se refleja sobre el manto liquido, empujando los tonos azules y filtrándolos de modo que; incluso, las aguas se vuelven transparentes y cristalinas.

De ningún modo es lo mismo que verlo nacer detrás de montañas o edificios, su grandeza se ve opacada por la contaminación y pasa desapercibido entre los seres humanos que están más ocupados en llegar a tiempo o abordar un transporte.

En la ciudad nos olvidamos fácilmente de la belleza que hay en el mundo.

Pero ahí en Quintana Roo, era fácil olvidarse del mundo material. Solo debía sentarme y poner pausa a lo caótico de la vida y respirar.

Detenerme y mirar un día nuevo naciendo y muriendo una y otra vez detrás del velo azul del mar.

Ambos espectáculos son un milagro de la naturaleza.

La vida y la muerte.

Un nacimiento y un deceso.

La felicidad y el odio.

La confianza y la desconfianza.

Ambos, íntimamente inconexos, si tal cosa pudiera ser posible.

Había pasado toda la mañana y buena parte de la tarde en casa del profesor Eduardo y de algún modo que no puedo entender, le había dicho todo lo que un par de años atrás, había ocurrido con Vannia.

Todo.

No me había dejado nada en el tintero y sentía como si me hubiera quitado un enorme peso de encima.

Y así había sido.

Aunque solo por un muy breve lapso de tiempo.

Que lejos estaba de saber que me había puesto un yugo enorme en el cuello y me había lanzado en picado por el abismo de mis propios secretos.

Para ese momento no me había dado cuenta que; realmente, toda mi vida había estado plagada de una mala decisión tras otra. A veces propias y otras, por consecuencia de los que me rodeaban.

Pero ya nada de eso importaba.

Mi familia comenzaba a distanciarse por obvias razones, tampoco es que fuésemos los más unidos, aunque al menos lo intentamos.

Pero, yo estaba a pocos meses de irme a Canadá, mi hermana estudiaría en España y mi madre, sin nosotros, quizá encontrara algo que hacer para evitar volver a caer en el alcohol porque, si recaía, que sus santos la ampararan, porque mi padre no le tendría ni dos gramos de paciencia y mi hermana y yo, habíamos decidido no detener nuestra vida para cuidar de ella.

TE DESEO A TI (CENSURADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora