♠VEINTISEIS♠

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Cuando abrí los ojos, la luz entraba a raudales por las ventanas y bañaban el sofá entero, cubriendo con su cálida luz, la piel de porcelana de Kendra que se encontraba enroscada alrededor de mi cuerpo.

En algún momento de la noche anterior, luego de hablar por horas y habernos bebido nuestro peso en café, nos habíamos quedado dormidos.

Las botellas de vino nos coquetearon un par de veces, pero las ignoramos deliberadamente, decidimos —de manera implícita— que aquella charla debíamos surcarla con absoluta sobriedad.

Aun así, esa mañana su cabello olía a una mezcla extraña entre cigarro y flores. Su ropa estaba hecha rollitos por donde sea que doblaran sus extremidades y del rímel en sus ojos únicamente quedaban pequeñas moronitas bailando traviesas por sus pestañas y ojeras.

Me removí un poco para no sacar el brazo de debajo de su cabeza y ella solamente hizo un puchero, arrugando la nariz como un pequeño conejo y siguió durmiendo.

Me di el lujo de admirarla por unos minutos.

Su cabello extremadamente negro y brillante se enredaba en mi brazo, como un nido de serpientes que se enroscan sobre su presa. Sus pestañas oscuras y espesas descansaban sobre sus pómulos y los restos de lo que fue su maquillaje, estaban dispersos en copitos negros sobre sus parpados y ojeras, que para ese momento se veían oscuras e inflamas.

Y su boca.

Su bendita boca era una invitación pecaminosa. Rosada, curvada, con esos labios carnosos y volátiles que cada vez que se movía, en cualquier contexto, me provocaban escalofríos que me hacían perder todo el control.

Muchos decían que Kendra, era bonita.

Pero yo... yo la encontraba etérea.

Como las diosas de la antigüedad que debieron ser inmortalizadas en mármol para que las futuras generaciones también las admiraran. Eso era Kendra para mí.

Una diosa.

Perfecta, hermosa, impoluta.

Inflexible, cruel, inclemente.

Inalcanzable.

Porque por mucho que me gustara estar a su lado y aunque me hubiera dicho la noche anterior que no imaginaba su vida de otro modo que no fuera estando a mi lado, yo lo sabía bien y me dolía un poco el alma, admitir que nunca soy suficiente para las personas y que Kendra terminaría obedeciendo a su personalidad y marchándose de mi lado.

Por eso me permitía esos lujos. Los de admirar su belleza etérea mientras estaba a mi lado.

—¿Por qué me ves? — Su voz adormilada me llegó hasta los oídos y sonreí.

—Pienso en que, se nos hizo tarde y ya no fuimos a clases. — Sonreí una vez más y la envolví en mis brazos.

—¿Ya se acabaron las vacaciones? — Su voz se escuchaba ahogada contra mi pecho.

TE DESEO A TI (CENSURADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora