♠QUINCE♠

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No podía dejar de mirarme en el espejo

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No podía dejar de mirarme en el espejo. Eduardo era un hombre demandante y apasionado. Nunca dejaba pasar la oportunidad de marcarme los pechos, el cuello o la cadera. Es más, parecía como si toda mi piel representara para él, un lienzo en blanco donde podía crear sus propias retorcidas obras de arte, pero, esta vez no había nada.

No había ni un chupetón, ni un rasguño, nada. No dejó rastros de él en mi cuerpo y de algún modo —llámenlo masoquismo— pero sentía como si algo me faltara.

Quizá la agitación de ser descubierta por Ángel, era lo que me hacía seguir buscando el peligro en los brazos de Eduardo.

Ángel entró en su habitación llevando consigo dos botellas con agua y me ofreció una mientras me daba un casto beso. Suficiente para hacer que me olvidara por completo de la noche loca que había pasado con Eduardo.

—Creo que hacen falta muchas cosas en esta casa. — Dijo con su sonrisa de niño.

—Hace falta todo. — Respondí burlona mientras señalaba la habitación vacía. Apenas unas cuantas cajas de cartón se apilaban junto al guardarropa.

—Tengo que hacer una lista de todas las cosas que necesito comprar. —

—Eso lo tengo cubierto. Ayer por la noche me dediqué a eso. — Le mostré la larga lista de cosas por comprar. Eran tres hojas blancas engrapadas cuyo encabezado era "colchón ortopédico"

Sonreí triunfal al ver su rostro satisfecho, aunque una pequeña incomodidad me picaba pues, la noche anterior, no había estado dedicada a realizar una lista, sino a... ya saben.

Desayunamos algo ligero en el camino al centro comercial y nos dedicamos toda la mañana y buena parte de la tarde del domingo a comprar cosas que iban desde el colchón, hasta una cafetera, cortinas, toallas y cucharas.

Ángel todo el tiempo me tomaba parecer. Era como si quisiera que el departamento estuviera más a mi gusto que al de él. En lo único que objetó, fue en la habitación que sería su gimnasio y ahí no me preguntó casi nada.

Tampoco es que me importara mucho.

Pasamos todo el día eligiendo colores, texturas, sabanas, cortinas y los muebles que irían llegando durante la semana. Cuando dieron las seis de la tarde, estábamos exhaustos comiéndonos una hamburguesa en el centro comercial. Pero, pese al cansancio físico, estaba fascinada con todos los planes que él tenía.

Me habló de aplicar para una maestría en Canadá y discutimos la apropiado que sería entrar al grupo de intercambio cultural con alumnos de Alemania y otras partes del viejo mundo.

Era cómodo estar con él, ya que podíamos hablar de cualquier cosa.

Lo curioso —ahora lo noto— es que ninguno de los dos hacía planes considerándonos juntos a futuro. Era como si ambos supiéramos, aunque de manera inconsciente, que una relación universitaria difícilmente trasciende. No buscábamos hacer todo uno con el otro.

TE DESEO A TI (CENSURADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora