♠TREINTA Y DOS♠

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Lo primero que vi cuando abrí los ojos por la mañana, fueron los mosaicos blancos del suelo donde descansaba mi cara.

Sentía la boca pastosa, mi cabello estaba batido de algo pegajoso y no quise seguir averiguando. Obligué a mi cuerpo a llegar hasta la regadera y aun con la ropa puesta dejé que el agua cayera lo más fría que se pudiera —considerando que ahí el agua siempre estaba tibia— sobre mi desaliñado ser.

Recordaba fragmentos fugaces de la noche anterior y podía sentir dentro de mi pecho una creciente curiosidad. Tenía durmiendo en mi cama la oportunidad de escuchar la otra versión de la historia y la anticipación hacía que mi estómago se comprimiera sesenta veces por minuto.

Aunque quizá también tuviera algo que ver la resaca homicida que estaba experimentando.

Decidí dejar de jugar a jalarle la cola al gato y, como Kendra me dijo una vez: tomar al toro por los cuernos.

Cuando salí del baño lo encontré sentado en la cama y sonreía al pensar que así me veía yo unos minutos atrás.

Lo envié a bañarse y me fui a la cocina. No tenía ganas de comer nada, mi ser entero suplicaba por café, así que puse la cafetera y abrí un paquete de galletas de higo que había comprado en el mercadillo de los miércoles.

Cuando me alcanzó, llevaba puestos mis pantalones que le quedaban un poco mas pegados que a mí, al igual que mi camiseta que parecía llevarla pintada. Ángel, sin duda, era un maldito atleta de esos fornidos gigantes.

Lo invité a sentarse y poco a poco, fui sacándole la información respecto a porque se encontraba en tan malas condiciones anímicas y resultó que había descubierto que Kendra lo engañaba.

Al principio me causó gracia y un hueco pesado se instaló en mi estómago, por un breve momento pensé que había descubierto nuestro pequeño desliz de varios meses atrás, pero después, indagando un poco más, no parecía tener lógica. O eso pensaba yo.

Recordé la última vez que Kendra y yo habíamos estado juntos y de manera automática lo entendí. Yo pensaba que aquella noche había sido mágica, que, después de tantos intentos, por fin la había convencido de quedarse a mi lado y dejar a Ángel, pero ella me sorprendió por la mañana con una nota que decía que no volvería jamás.

Y aunque volví a intentarlo, esta vez Kendra estaba esperándome fortificada. Tapiada de pies a cabeza con la actitud más impoluta y la decisión más férrea. No me dio pie y con el paso de las semanas entendí que esa puerta se había cerrado.

Mi mariposa del inframundo había volado hasta su trono en el infierno a seguir reinando, pero sin su ejecutor al lado, sino con un angelito inocente que ya comenzaba a padecer las consecuencias de amar a una mensajera de caos.

Pero ahí, frente a su cortesano, entendí que aquella última noche, ella se había despedido dejando su sello marcado con fuego en mi carne.

Iluso.

TE DESEO A TI (CENSURADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora