♠DIEZ♠

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Ambos nos quedamos muy callados, yo tenía miedo hasta de respirar

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Ambos nos quedamos muy callados, yo tenía miedo hasta de respirar. Afuera de la puerta se escuchaban risas y conversaciones random de al menos dos personas.

Pero Eduardo es un hijo de puta y comenzó a lamerme nuevamente a sabiendas que afuera podrían escucharnos. Yo solo intentaba ahogar mis gemidos y distraerme de mis sensaciones en lugar de concentrarme en lo que su deliciosa boca le estaba haciendo a mi vagina.

Eduardo parecía querer devorarme y cuando por fin no podía más y estaba a punto de terminar, nuevamente me dejó para levantarse.

¡Maldita sea!

Comencé a frotar mis muslos para poder darme un poco de placer, pero él me separó las piernas y me miró de mal modo, negando con la cabeza.

— ¿Quieres que te folle?— Dije que si con la cabeza mientras él se colocaba nuevamente detrás de mí, masturbándose.

— ¿Quieres sentirme dentro, cierto? — Volví a decir que si mientras sentía como recargaba su peso sobre mi espalda.

—Ruégame que te coja. — Esta vez dije que no y él sonrió.

—Nada me va a gustar más que hacerte cambiar de opinión. — Me dijo sin contemplaciones y sentí como se hundía dentro de mí con tal fuerza que estoy segura de que me perforó el útero.

Pero no se detuvo ni espero a que me acostumbrara a tenerlo dentro, siguió embistiéndome mientras yo trataba de aguantar mis gemidos pues aún se podían escuchar las voces afuera. Su pene entraba y salía de mi vagina como si la conociera de años mientras mis pechos se rozaban con la alfombra y mi corazón bombeaba sangre a mil por hora, incluso, podía sentir mis latidos en mis sienes.

Sentí su mano enredarse en mi coleta y como él me soltaba el cabello para poder enredarlo en su mano, haciendo que me enderezara y nuevamente mi espalda tocara su pecho, pero en ningún momento dejó de embestirme con fuerza, con odio.

Y me estaba encantando.

Soltó mi cabello y ahora sostenía mi mandíbula, forzándome a descubrir mi cuello para él mientras que con la otra mano seguía estimulando mi clítoris.

Cuando el orgasmo me alcanzó, no me importo si afuera me escuchaban, sé que grité sintiéndome vulnerable ante las olas y olas de calor que me daba tanto placer. Él salió de mí con la misma brusquedad y comenzó a masturbarse y luego de unos segundos, sentí su esperma caliente escurriendo por mi vagina, mis nalgas y mi espalda.

— ¡Eres mía! ¿Entendiste? — Dijo mientras me levantaba con brusquedad, pegando mi cuerpo al de él. Yo no dije nada. Aún estaba estúpida.

— ¿Entendiste ya Kendrra? — Volvió a preguntar mirándome fijamente mientras me ponía de pie porque los pantalones arrugados en mis tobillos me impedían moverme. Negué con la cabeza y él sonrió.

TE DESEO A TI (CENSURADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora