♠TREINTA Y CUATRO♠

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Bruno sonrió y cogió una de las cuerdas para atar sus manos en el respaldo de la silla y le puso la brida en la boca para que no pudiera gritar. Estaba desnudo de la cintura para abajo y era obvio que su hombría se había reducido a un par de centímetros.

—Queremos hacerte unas preguntas, espero que coperes. — Dije mientras me sentaba en la silla frente a él.

Ernesto nos miraba con odio, pero al mismo tiempo no podía esconder el miedo que le provocaba estar atado y con sus joyas familiares al aire.

—¿Conoces a Ángel Capilla? — Pregunté directamente. El balbuceó.

Me levanté, saqué la taser y la hice sonar, sus ojos casi salieron de sus orbitas y negó con la cabeza.

—Te voy a quitar la brida, pero si gritas, te prometo que te voy a freír las bolas con esta cosa. — Él asintió con la cabeza y el sudor ya le recorría la frente.

—No hay necesidad de tanta violencia. Solo tenían que preguntar y ya. — Respondió cínicamente mientras se sacudía la brida que le había quedado colgada del cuello.

—¿Conoces a Ángel Capilla? — Volví a preguntar mientras Bruno se recargaba en el respaldo de la silla.

—Por supuesto. Fue un cliente. ¿Qué quieres con él? — Preguntó recargándose en el respaldo con tanto cinismo que me dieron ganas de meterle la taser por la boca. — Tengo entendido que vive en la península. Su papá es juez y se lo llevó de aquí cuando el pendejo embarró su moto en el periférico y su novia se murió. Su familia tiene un chingo de lana, así que, si hay lana de por medio, yo le entro.

—Si hay dinero, pero no como tu piensas. Háblame de la chica. — Pregunté. Lanzó un chiflido agudo y luego comenzó a hablar.

—No me acuerdo de su nombre, pero sí que era una zorrita bien sabrosa. Esa chamaca si que sabía mover el culo y poner caliente a cualquiera, aunque pobre, estaba enganchada hasta el tuétano... — Cuando esas palabras salieron de su boca, estoy seguro de que dejé de respirar. Sentí las manos de Bruno en mis hombros, indicación de que debía calmarme o no sacaríamos nada, aunque no fue necesario insistir, Ernesto escupía información como vómito. —la chamaca estaba montada en el caballo blanco, le gustaba la coca y en los últimos días ya se inyectaba, se iba a morir de todos modos. Fue una buena puta, la neta las buscaban como las moscas a la miel. Ella y su amiga me dieron muy buenas ganancias, pero luego Capilla llegó y quiso exclusividad con ella, yo acepté porque la morra ya consumía mucho y además él se ofreció para seguir pagándome sus drogas, que no era poca cosa.

—Su amiga, ella... que pasó con ella. — Preguntó Bruno.

—Esa morra es de cuidado, es una puta bien sádica, la neta que bueno que el Capilla no quiso el paquete. Las dos estaban pegadas todo el tiempo, de hecho, yo trabajaba primero con Megan, ella me traía los clientes, luego necesitaba lana y la dejaba cobrarle a un par de colegas. A la mayoría le gustan las morritas y ellas tenían cara de ángel y culo de putas. Megan trajo a su amiga y de hecho creo que fue ella la que le conseguía los clientes aquí en las perreras, lo que sí, es que Megan no consumía o al menos yo nunca la vi colocada como con su amiga.

TE DESEO A TI (CENSURADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora