Toda la auto determinación de Kendra colisiona con sus sentimientos cuando se ve envuelta en una espiral decadente de deseo, pasión y amor.
Ella esconde un lado que no puede mostrarle a cualquiera y aunque su vida parezca perfecta, no lo es.
Nunca h...
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Dejé pasar algunos días con la intención de que Bruno se calmara y hablara conmigo de lo que pasó en esa habitación, pero estaba por volver a clases y lo último que necesitaba era que mi hermano estuviera entre los alumnos mirándome acusadoramente como tiene por costumbre, así que decidí ir ese último fin de semana a casa de mis padres para poder hablar con él.
No busqué a Megan, no quería hacerlo hasta no hablar con Bruno, de otro modo, probablemente le apretaría el cuello hasta que dejara de respirar, aunque, según los videos, no creo que le molestara demasiado.
Bruno me había dado el teléfono de Ernesto durante el vuelo. Él no quiso seguir mirando y fue lo mejor.
Todo lo que había ahí era un video más perverso que el otro. No podía creerme que Vannia hubiera hecho tantas cosas de ese tipo y que nadie nos diéramos cuenta. Yo no tenía excusa, y aunque estaba fuera de México ya no podía seguir negando mi parte de responsabilidad.
Megan tampoco es que me hubiera buscado demasiado, solo me llamó una vez y yo estaba dormido así que no insistió, además, tampoco tenía de qué quejarse, ya que yo estaba pagando por todos sus gastos.
El sábado tenía asesoría para los postulantes de nuevo ingreso y recordé que Judit la hermana de Ángel estaba entre ellos y sonreí al recordar lo que me había dicho "no voy a ingresar, solo le estoy dando gusto a mi mamá".
Supuse que así es como nos vamos alejando de nuestros padres, ellos quieren una cosa y nosotros otra muy diferente y siempre, siempre encontramos el modo de hacerlo, aunque eso, signifique que debas alejarte.
Me puse un pantalón de lino y una camisa de algodón de colores claros, hacía demasiado calor en esa ciudad como para usar ninguno de mis trajes de diseñador y eso me daba mucho coraje. Yo no quería estar en esa ciudad.
Llegué a la universidad y en la coordinación me dijeron que la directora académica me esperaba en la sala de profesores para darme mis planes de estudio para el semestre que comenzaría la próxima semana y las guías de estudio que tenía que repartir entre los postulantes para el año escolar corriente. Eran finales de enero y yo ya no veía la hora para salir de ahí.
Cuando entré a la sala de profesores, varios de ellos ya estaban contando sus guías, algunos otros me los había topado en los pasillos con sus cajas de librillos y 0la mayoría estaba centrado en sus asuntos.
Me acerqué a Gladis, la asistente de la directora académica.
—¿Hay alguna manera de saltarme la fila? — Le dije con voz grave muy pegado a su oído y pude ver como la señora se estremecía y su piel se erizaba con el contacto de mi aliento. Rematé con una sonrisa.
La señora, que debía andar a finales de sus treinta se puso roja y sonrió, pasándome una tabla donde me pidió anotar mi nombre para que me diera el material didáctico, luego escribió en un postit fosforescente "profesor Eduardo" y dijo con voz muy bajita: —Esta es suya. — Sonrió tímidamente y siguió contando guías.
