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Escuché gritos que venían desde el piso de abajo. No lo pude evitar y desperté. 

—¡Pues quédate con la zorra de Potter!—pude escuchar la voz de Astoria gritando. Me puse de pie rápidamente y juntando mi ropa, seguí escuchando. 

—¡No te atrevas a llamarla así de nuevo!—ese era Draco—. ¡No tienes nada que reclamar, estamos divorciados Astoria, hace meses!

—¡Por su puta culpa! ¡Todo estaba bien hasta que apareció la perra de tu exnovia!

—¡No lo estaba, Astoria! ¡Nunca estuvo bien nada! 

—¡MENTIRA!—gritó Astoria lo más fuerte que pudo. 

—¡VETE DE MI CASA!—ordenaba Draco a gritos—¡Y no te vuelvas a acercar a mi hijo o a mi casa o a Annette!

Salí de la habitación ya con mi  ropa puesta. Caminé por el largo pasillo de habitaciones en dirección a las escaleras, pero antes de llegar, en una de las puertas algo me llamó la atención. Frené en seco ante la puerta entre abierta. Los gritos eran cada vez más fuertes y con más insultos. Tomé el pómulo de la puerta y empujé de ella. 

La habitación estaba a oscuras, pero a pesar de la falta de luz dentro, se veía por la luz del pasillo. Era una habitación de dormir. Un gran armario de madera, alfombra por todo el piso, una gran lampara colgando del techo y una cama en medio. Pero no era lo único que había, había alguien. Encendí la luz. 

Scorpius estaba sentado en frente de la cama sobre el suelo. Sus ojos cerrados con fuerza y sus manos tapando sus oídos. Sus piernas estaban sobre su pecho y se balanceaba para adelante y para atrás. Podía escuchar que murmuraba cosas pero no las entendía. Su respiración era inestable. 

Mierda. 

Corrí hacia él y lo abracé de costado. Sus ojos no se abrieron pero no se asustó ante mi toque. Apreté su cabeza sobre mi pecho y acaricié uno de los lados de su cabeza. 

—Estoy aquí. No estás solo—fueron las primeras palabras en salir de mi boca. 

~

Estaba mareada,  tambaleándome hacia los lados. La aparición era algo nuevo para mí, pero al mirar a mi alrededor pude ver que lo había logrado.  Tomé la capa de invisibilidad y cubrí mi cuerpo completo. Caminé por un largo pasillo que llegaba hasta la entrada de la Mansión Malfoy. Entré sigilosamente, logrando que nadie me viera, o mas bien, escuchara, y fui hasta las escaleras. Necesitaba ayuda para hacer lo que quería hacer.

Tercera puerta a la derecha, habitación de Draco. Entré rápidamente cerrando la puerta al instante en que crucé. Me di la vuelta esperando encontrarme a un Draco confundido pero en vez de eso, lo vi sentado en el suelo con su cabeza entre sus piernas, sus piernas en su pecho y su respiración incontrolable. Me quité la capa de invisibilidad lo más rápido que pude y corrí a él. 

Sí, en ese entonces lo odiaba, pero solo lo hacía mi mente. En cambio, mi corazón aún lo amaba y verlo así lo rompía un poco más. 

Me arrodillé a su lado, quedando a su misma altura,  Draco ni había levantado su cabeza. Lo abracé, pegando su cabeza en mi pecho y mis labios a su coronilla. 

—Estoy aquí. No estás solo, Draco—susurré sobre su cabeza. 

~

—Respira conmigo, ¿sí?

Scorpius  asintió con su cabeza y apretando sus puños, hizo su mayor intento. Respiré lento y exagerado, sabía que así se le haría más fácil seguirme, pero él no podía. Me separé de él y me senté frente a él. Tomé sus manos, que aún estaban cerradas en puños. 

como aquellos de 1995 || Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora