31. Inesperado.

1.1K 72 85
                                        

Harry

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Harry.

Estar en el viñedo, era el otro tipo de cosas que me gustaba hacer. Y, cada vez que se daba la oportunidad, lo disfrutaba mientras lo recorría a caballo o simplemente caminando. La mayoría de los trabajadores saludaba con un asentimiento de cabeza o se acercaban con confianza y, es que desde que había sido un niño, ellos me habían enseñado o cuidado mientras corría por esas zonas. No tenía nada de malo, la verdad, es que me gustaba tener esa confianza con ellos. 

A veces, también me gustaba perderme entre las parras de uvas, mirando y comiendo una que otra mientras caminaba, como lo estaba haciendo en ese instante. Sí, realmente adoraba estar en el viñedo, sobre todo cuando sabía que podía conseguir una buena copa de vino mientras estuviera ahí, disfrutando. 

Muchas veces mi paz mental dependía del que estuviera meditando con tranquilidad, sin ruidos ni personas que me interrumpieran. Era algo que había comenzado hacer desde que las crisis de ansiedad comenzaron con más frecuencia, acechando en cada instante. 

—¡Tío!

Suspiré. 

Sí, bueno... La meditación tendría que quedar para después. 

—¡¿Dónde estás?! —chilló un poco más alejada de donde me encontraba—. ¡Tío Harry!

Dirigí mis pasos hasta donde escuchaba su voz, pasando por entre medio de los arbustos con cuidado para no ensuciar mi camisa ni pantalones. No deseaba estar el resto de la tarde de esa manera, aunque sabía a la perfección que mamá aún guardaba algo de mi ropa antigua en la casona. Era precavida o en realidad me extrañaba y no lo confesaba. 

—Diana —nombré al verla de espalda, mirando hacia todos lados—. ¿Qué haces aquí, sola? —pregunté al acercarme. 

Ella giró de golpe, con una sonrisa muy grande. 

¿Los niños siempre son tan felices de pequeños? 

—Quiero estar contigo. Me estoy aburriendo —hizo un mohín—. ¿Quieres jugar conmigo? —sonrió—. ¿O puedes enseñarme a montar a caballo? —pidió con sus manos juntas, suplicando.

Apreté mis labios, pensando. 

—¿Ahora?

Asintió con entusiasmo. 

—Mhm... Bueno, supongo que podemos hacerlo —tomé de su mano pequeña, sintiendo como ella envolvía la suya en la mía—. Los invitados aún no llegan, así que podremos divertirnos un rato. ¿Bien? —noté como tironeó de mi mano para apresurarnos a la vez que soltaba unos cuantos sí. 

Diana nos hizo salir de la zona con rapidez, pareciendo tener más presura que antes. Soltó de mi mano y pronto comenzó a correr hasta el establo, en donde los caballos estaban siendo cepillados por uno de los trabajadores. Seguí sus pasos con lentitud, mirando como saltaba por los alrededores. Estaba feliz, podía verse solo en su actuar y expresión. No había duda de que Diana era una niña alegre, sobre todo cuando se trataba de los animales.

GAME OVER [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora