39. La teoría del amor (Part 1)

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Harry.

—¿Por qué corres? —oí detrás de mí—. Harry —me llamó esta vez por mi nombre, haciendo que me detuviera en los últimos escalones.

Me giré nervioso y ansioso. Me sostuve del barandal y la observé con una sonrisa pequeña. No sabía cómo expresar mi emoción en ese momento, pero desde que ella había llamado, no podía estar tranquilo.

Ginebra bajó un escalón más para estar a mi altura, me miró con una ceja alzada y yo encogí los hombros riendo.

—Estoy nervioso.

Soltó una risa pequeña. Acercó sus manos a mis hombros y les dio un pequeño masaje mientras continuaba observándome. Pronto su mano recorrió hacia mi cuello y la dejó ahí, rozando con su pulgar el lóbulo de mi oreja.

—No puedo decir que no lo estés, porque sé que es un momento importante para ti —me dice cuando comienza acomodar mi cabello—. Tu madre también lo debe estar. Ambos no se ven hace mucho tiempo...

Asentí al recordar el momento exacto en el que habíamos dejado de hablar. Y para ser sincero, no era muy grato estar reviviendo ese día. Pero a pesar de todo, ella se había comunicado conmigo después de unos meses, sugiriendo que nos viéramos al fin.

—¿Me veo bien? —pregunto.

—Te ves adorable.

Entorné mis ojos.

—Bien... ¿Te vas a quedar? —sostuve de su cadera con mis manos para mirarla con mi mayor expresión de chantaje—. Tal vez no resulte bien y necesitaré apoyo...

La vi entrecerrar sus ojos.

—Sabes muy bien que Anne y tú se van arreglar. Ella te pidió perdón por un mensaje.

—Entonces... puedes quedarte para celebrar —sonreí inocente.

Ginebra ahora sostuvo de mis mejillas con sus manos, logrando que hiciera un pico con mis labios y ella los besara con rapidez.

—Sabes que me quedaré de todos modos —dijo luego de bajar los últimos escalones—. Te esperaré.

La miré desde mi lugar. Sonreí abiertamente y continué mi camino para volver a besarla. Sin embargo, cuando tratamos de alejarnos, fue imposible hasta llegar a la puerta. Ginebra sonreía entre besos al igual que yo mientras ahora avanzábamos hacia afuera. Y, al estar en la puerta de mi vehículo, suspiré de manera placentera.

—No te vayas —pedí.

Ella abrió mi puerta.

—Vamos. Se te hará tarde.

Me subí con calma, viendo como ahora cerraba mi puerta y me observaba por la ventana. La miré con seguridad y, al encender el motor del carro, supe que era el momento de enfrentar la realidad; Mi madre esperaba por mí y, ya no había vuelta atrás. Nos debiamos esta conversación.

Con la música en alto, calmando mis nervios y conduciendo a la vez, llegué hasta la zona céntrica de la ciudad de Manchester. Busqué un estacionamiento y bajé del carro mientras acomodaba mi abrigo. Me miré un par de veces en el reflejo del vehículo y caminé hasta donde habíamos creado nuestro punto de encuentro. Y, con mis pasos temblorosos, llegué hasta la entrada.

Mi garganta carraspeó un poco antes de ingresar, buscando con la mirada a mi madre.

—¿Tiene una reserva, señor? —oí al mesero a mi lado.

—Sí. Mi madre espera por aquí... —continué buscando por unos segundos y, al ver a mi madre bebiendo un sorbo de vino, sonreí—. Ya la encontré.

GAME OVER [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora