22. El anillo.

1K 77 114
                                    

Harry

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Harry.

Ginebra había aceptado en ir a casa, en donde finalmente se había derrumbado en el sofá de manera silenciosa, esperando a que esta vez yo dijese algo. Pero la verdad, es que a pesar de ver sus lágrimas, no podía siquiera soltar lo que tanto me atormentaba en ese instante. Era como si algo estuviera retenido en mi garganta, como si me detuviera a decirle a Ginebra para no lastimarla aún más de lo que había hecho, y no podía adivinar su reacción; No la conocía lo suficiente.

Estaba tan agotado mentalmente.

Ginebra se removió en el sofá. Me miró de reojo y volvió a soltar un suspiro antes de mirar hacia el ventanal, en donde se podía ver claramente a través de las cortinas mi vehículo estacionado. Parecía estar luchando internamente para decir algo, pero cada vez que trataba de decir algo, solo volvía a suspirar de manera derrotada.

Ella esperaba, con paciencia.

Carraspeé mi garganta para llamar su atención.

—Necesito disculparme de nuevo —confesé—. No estuvo bien lo que hice.

Asintió levemente, mirando las palmas de su mano que se entrelazaban sobre su regazo.

—¿Marcos llegará pronto?

—No. Siempre llega después de las siete —miré mi reloj de mano de manera automática—. Tenemos tiempo para hablar... ¿Te encuentras bien? —pregunté, sintiéndome fatal.

Alzó uno de sus hombros.

—Supongo que estoy mejor.

—¿Quieres comer algo o tomar algo? —interrogué.

Y ahí iba de nuevo. Estaba esquivando el tema.

Ginebra frunció su ceño al mirarme.

—¿Por qué siempre eres así?

Rasqué mi mejilla de manera inconsciente.

Estaba colocándome nervioso.

—Tuve un muy mal día —expliqué cuando mi mirada cayó en la alfombra bajo mis zapatos—. El director de la universidad, según él... dijo que había denegado mis permisos de estos días, por lo que me he llevado un gran regaño de su parte.

—¿No te ha llegado un correo o algo así?

Apreté mis labios.

—Nop.

Sequé el sudor de mis manos en mis jeans. Me coloqué de pie y me dirigí hacia el mueble, en donde guardábamos nuestros licores junto con Marcos. Saqué uno de los vinos que había llevado del viñedo, lo abrí y me serví en una de las copas que estaban correctamente ordenadas en el mismo mueble. Y, cuando observé a Ginebra, le ofrecí mientras comenzaba esa ansiedad en mí. Me sentía tan nervioso que tenía miedo de que la copa cayera al suelo.

GAME OVER [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora