Harry probablemente era el hombre perfecto para Ginebra y, al igual que todas, suspiraba entre los pasillos y salón de clases por él. Pero tenía tres grandes problemas para poder conquistarlo. Uno, era su profesor; Dos, era el mejor amigo de su herm...
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Harry.
Ginebra se había quedado dormida entre mis brazos, pareciendo no querer salir nunca del lugar. Su mejilla se apoyaba en mi antebrazo mientras que su mano descansaba en mi cintura de manera relajada. Al menos, llevábamos en esa posición media hora, por lo que podía sentir un poco de mi brazo acalambrado. Y, con cuidado, sostuve su cabeza para dejarla caer en la almohada con suavidad.
Cuando finalmente logré dejarla en una posición cómoda, me senté en la orilla de la cama para observarla dormir. No tenía idea de cómo habíamos logrado llegar a eso. Ni siquiera podía procesar que estaba con Ginebra y que me gustaba su presencia.
Noté como se removía en la cama para voltear su cuerpo y quedar de espaldas a mí.
Aún llevaba la ropa puesta de esa tarde.
Miré la mesilla para ver la hora. Y, siendo recién las dos de la madrugada, me coloqué de pie para ir al baño. Cuando estuve dentro, me observé al espejo con cansancio. Saqué mi cepillo de dientes y lo llevé a mi boca mientras analizaba todo lo que había pasado en esos pocos días.
Dejar todo para quitar mi pasado, no sonaba nada bien.
Enjuagué mi boca después de unos minutos, me sequé la boca con la toalla y volví mi vista al espejo a la vez que sentía doler la musculatura de la espalda. Llevé una mano hasta mi hombro, tratando de masajear sin éxito. Observé la ducha y solté un suspiro agotado. Tal vez, tener una ducha en la madrugada, me vendría bien para relajar el cuerpo.
Dejé la puerta entreabierta antes de ver a Ginebra dormir tranquilamente. Quité mi ropa y me metí en la tina, encendiendo la llave de agua caliente para meter mi cuerpo bajo ella. Esta escurrió por mi cuerpo con facilidad. Cerré mis ojos y bajé mi cabeza para que cayera justo en mi nuca; Se sentía tan bien tener un momento así. Y, cuando enjaboné mi cuerpo, sentí y observé unas manos delicadas rodear mi torso desnudo. Ginebra estaba en el lugar sin pudor alguno. Ni siquiera la había sentido ingresar. Había sido tan silenciosa que podía infartar a cualquiera de un susto.
Tomé de sus manos y sonreí para mirarla sobre mi hombro.
—Creí que dormías.
Ella apoyó su mejilla en mi espalda, aún con el agua cayendo sobre nosotros.
—Esto parece ser mucho mejor.
Me giré con cuidado, lo que hizo que su mirada bajara con rapidez por mi desnudes. Y el que me viera de ese modo, solo hacía que me prendiera. Digo, no habíamos tenido sexo después de varios días. Mi cuerpo lo estaba pidiendo pero lo estaba evitando al pensar en cosas... malas. Era bueno controlándome, creo que merecía un premio por eso.
Besó mi torso delicadamente antes de regresar su vista a mis ojos.
—Es muy atractivo profesor... —dijo en voz baja, logrando que me excitara por aquel tono utilizado.