Capítulo 45

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—¡Oh, Dios! —gimió Jimin encorvándose mientras presionaba su vientre con la mano.

Frente a él, Lisa lo observó palideciendo.

—¿Qué tienes? —preguntó temerosa acercándose a la pareja de su padre.

—Me duele —susurró Jimin.

—Ven a sentarte —sugirió Lisa, tomándolo del brazo con suavidad y ofreciéndole su apoyo para acompañarlo hasta el sofá del salón.

—No puedo —sollozó Jimin y las lágrimas corrieron por su rostro.

—Tranquilo, déjame ayudarte a sentarte para que pueda llamar a un médico.

—¡Oh, no! —jadeó Jimin cuando sintió correr por sus piernas la tibia humedad que escapaba de su cuerpo —He roto aguas...

—Dios mío —gimió Lisa a su lado, sintiéndose cada vez más asustada. —Oh, por Dios, Jimin, ¿qué quieres que haga? —rogó, sintiendo las lágrimas invadirla también.

—Llama al hospital, por favor —pidió Jimin, caminando lentamente hasta el sofá recostado en el cuerpo de la hermana de su hija.

Con celeridad, Lisa llamó al hospital, y antes de darse cuenta de algo, se encontraron ubicados en la parte trasera de una ambulancia con destino al hospital universitario de Seúl.

Mientras los paramédicos le tomaban las constantes, Jimin, asustado, apretaba la mano de la joven rubia que le sostenía sentada a su lado.

—Todo estará bien, Jimin —prometió Lisa, intentando infundirle una calma que ella misma no sentía.

—¿Podrás avisarle a tu padre? —pidió Jimin, temeroso de la respuesta de la chica.

—Tú no te preocupes por nada, yo le llamaré —prometió en cuanto bajaron de la ambulancia y Jimin fue conducido al interior del hospital.

Nerviosa y terriblemente asustada, Lisa se dejó caer sobre las sillas de la sala de espera.

Aún no lograba comprender lo que había sucedido en el departamento de su padre, pero menos aún podía explicar la magnitud del miedo que sintió al ver a ese chico doblarse sobre sí mismo preso del dolor.

Nunca había sentido a ese bebé nonato como parte de su familia, pero el temor que había visto en los ojos de Jimin, el temor de que algo malo le pudiese suceder a esa niña, la había espantado.

De algún lugar que no podía entender, ella misma había imaginado el sufrimiento que podría suponerle a Jimin, a su padre, sus abuelos e incluso a ella misma, que la pequeña Hani, como ya todos llamaban a quien sería su hermanita, pudiese sufrir algún problema.

Tal vez era por imaginar el dolor de su padre, o quizás se debía a una solidaridad para con la pareja de éste, pero no quería ni siquiera pensar en que Jimin pudiera perder al bebé.

Fue en ese momento que como si un rayo la hubiera tocado, su cuerpo se estremeció y tuvo que reconocer, que no podría más que amar a su pequeña hermanita y nunca se perdonaría si algo malo le sucediese.

Intentando mantener a raya su llanto, marcó el número de su padre.

El teléfono de Jungkook sonó sobre el escritorio.

Tanteando los papeles que estaba analizando lo encontró para verificar que quien llamaba era su hija.

No tenía ganas de discutir con Lisa, pero nunca dejaba de contestarle al teléfono.

—Lisa —le saludó con un tono apático.

—¿Papá? —la voz quebrada y sollozante de su hija le preocupó.

Seducción prohibida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora