Capítulo 3

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Jungkook había regresado de su viaje el día anterior.

Odiaba los hoteles, odiaba los vuelos y había odiado sus reuniones, así que realmente se sentía de mal humor ese lunes.

Por ello, cuando su secretaria le explicó que Namjoon había tenido que salir de viaje urgente y era él el encargado de recibir al nuevo abogado, su humor no mejoró.

Por si fuera poco, el primer correo electrónico que abrió era de Recursos Humanos, y contenía el detalle de las horas de entrada y salida de Eun Woo, de las dos semanas anteriores, así como también detalle de sus ausencias.

Le hizo llamar y le irritó ver su sonrisa arrogante al dejarse caer en el asiento frente a él.

Buenos días —saludó el chico estirándose en la silla y bostezando.

La mirada dura que Jungkook le dirigió no le amilanó en lo más mínimo.

—Eun Woo, —dijo sin saludarle —como bien sabes acabo de llegar de viaje.

—Lo sé, ¿qué tal ha ido?

—Bien, pero lo primero que he encontrado en mi bandeja de entrada es esto —explicó entregándole el correo que acababa de imprimir —¿Me lo puedes explicar, por favor?

—¿Esto? —sonrió divertido el chico.

—No lo encuentro gracioso, la verdad.

—Lo siento, papá, he tenido unas semanas complicadas...

—¿Ah, sí? ¿Por qué no me cuentas? —pidió cruzando los brazos sobre el pecho y recostándose en su asiento.

—No hay mucho que contar.

—¿No? Bien, ya que no tienes una explicación para tus ausencias ni para tus cambios de horario, te serán descontados de tu nómina.

—¿Vas a descontarme los minutos de mi paga?

—Lo que recibes a final de mes no es la paga que recibías cuando ibas al colegio, Eun Woo, es tu sueldo, tu salario, tu nómina. Y ésta se te entrega como parte del trabajo que haces aquí. Pues, bien, si no trabajas y cumples con tu horario y tus obligaciones laborales, entonces la empresa no tiene obligaciones para contigo.

—La empresa, la empresa —gruñó el chico petulante —Pues es una mierda, esta empresa me paga un sueldo miserable.

—No realizas trabajo calificado.

—Tengo veinticuatro años, papá. —gritó el chico ante la mirada impasible de su padre —Tengo gastos. No puedo vivir con ese sueldo miserable que me pagas.

—No pagas alquiler, ni hipoteca. Tu coche está pagado. Cargas combustible con la tarjeta de la empresa. Haces todas tus comidas en casa de tu madre. Es su asistenta quien hace tu aseo. Ilumíname, por favor, ¿cuáles son tus gastos?

—Oh, por Dios, ya sabes, gastos. ¿Acaso nunca tuviste veinticuatro? ¿Nunca fuiste joven?

—Desde luego que lo fui. A los veinticuatro, trabajaba catorce horas al día para pagar la hipoteca, alimentar dos hijos de cinco años y su madre, pagaros el colegio a ti y a tu hermana...

—Sí, sí, sí —replicó el chico desdeñoso —Ya sé todo lo que te has sacrificado por haber embarazado a mi madre en el instituto, ya lo he escuchado muchas veces...

—Bien, entonces no hace falta que vuelvas a traer a colación ese tema. Como director general de la empresa, voy a hacer algo que deberían hacer en Recursos Humanos, aunque supongo que por ser tú no se atreven. Te descontaremos todos y cada uno de los minutos de ausencia o retraso. El próximo día que llegues tarde no te molestes en venir porque no te dejaremos entrar. Y cuando reúnas tres ausencias al trabajo, podrás tomarte libre el resto del mes.

Seducción prohibida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora