Capítulo 10

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Esa semana, rosas y bombones llegaron al despacho a nombre de Jimin cada día.

—Alguien parece tener un admirador —comentó Namjoon risueño el jueves cuando, estando con Jimin, Yun Ho y Jungkook, en el despacho del chico, la recepcionista entró con un ramo de rosas rojas.

Jimin se sonrojó nervioso y avergonzado, pensando que tendría que decirles a sus amigos que ya era hora de dejar de enriquecer a la florería.

—Eso o algún novio se ha portado muy mal y necesita que le perdonen —acotó Yun Ho.

El rostro de Jungkook estaba serio y no emitió palabra.

—Tendré que decirle que deje de hacerlo —murmuró poniendo las rosas en un jarrón junto al ramo que había recibido el día anterior.

—O podrías decirle que envíe algo que podamos comer —aconsejó Namjoon divertido.

—Sí, esa es una mejor opción —concordó Yun Ho.

—¿Os parece que sigamos con la reunión? —dijo Jungkook sin levantar la vista de los papeles que tenía en las manos.

—Basta de regalos —gruñó Jimin cuando entró en la casa esa tarde.

Taehyung acababa de vestirse preparándose para su turno de la noche en el hospital.

—¿Qué sucedió?

—Mierda, Taehyung. ¿Crees que me estoy obsesionando con esto de Jungkook?

—Mmm, un poco tal vez ¿Por qué lo dices?

—No sé. Pienso que me he dejado convencer por Rose, y ahora me creo que Jungkook está interesado en mí aunque se resista y tal vez me equivoco. Es posible que esté perdidamente enamorado de su novio y yo acabaré haciendo el ridículo.

—Es probable —reconoció su amigo.

—Mierda. Soy patético —gimió dejándose caer en el sofá.

—¿Te gusta?

—Muchísimo, pero tampoco puedo perseguir a un tipo que ni me ve.

—¿De verdad crees que no te ve?

—Qué sé yo. A veces creo que sí. En Frankfurt quiso besarme, aunque él diga lo contrario. No me quita los ojos de encima, siempre está mirándome el culo, casi se cae de su asiento el día de las bolas chinas. Hoy creo que estaba celoso por lo de las flores, pero tal vez celoso es mucho decir. Tal vez cree que su hijo está enamorado de mí y está cuidando los intereses de su hijo. ¡Qué sé yo!

—¿Te gusta, Jimin?

—Más que ningún otro hombre en mi vida. Al principio creía que era sólo atracción física, porque está como un dios, pero no es eso. Escucharlo hablar me vuelve loco. Es inteligente y listo. Escucharlo hablar de su trabajo, de su familia. Se apasiona con lo que hace y me vuelve loco. No sé qué hacer para que me vea como algo más que un niñito. Pero no sé qué más puedo hacer que no sea esperarle desnudo sobre el escritorio —sollozó.

—No estoy seguro de que eso funcionase.

—Ni yo. Temo estarme convirtiendo en el puto destruye parejas —confesó Jimin apenado.

—No te confundas, Jimin —le corrigió su amigo. —Nadie destruye una pareja, si al menos uno de sus integrantes no desea y permite que la destruyan. Él es el tipo que estuvo a punto de besarte en Frankfurt, él es el tipo que te mira el culo, y él es el tipo que se excitó al ver unas bolas chinas en tu bolso. Tú lo provocas, sí, pero él se deja provocar. Si ama a su novio, y desea serle fiel, y no desea permitir que su pareja se destruya, entonces no te acariciaría e intentaría besarte, no te desnudaría con la mirada, y no se excitaría por ver tus juguetes.

Seducción prohibida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora