V Recuerdos y mascaras

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La felicidad hace los momentos y recuerdos brillantes, los llena de una resplandeciente calidez que embriaga completamente. La sientes cuando pasas un buen momento con tus seres queridos, al ver algo divertido y extraordinario, o al estar en compañía de una persona especial. Burbujea en tu interior al compás de los demás sentimientos que se experimentan, revolotean y chocan cual marea contra la costa.

Pensar en sus viejos recuerdos de niñez siempre logra sacarle una cálida sonrisa, la calidez y añoranza se entrelazan y lo abrazan, se siente reconfortado. Recordar a su tonto hermano lo hace reír.

Cuando era pequeño recuerda como era su vida al lado de su familia, su madre, padre y hermano mayor; sus primeros años difusos por ser tan pequeño, pero aun así puede conseguir un chispazo de calidez al tener vagos recuerdos de lo que fueron sus primeros años de vida. Antes que su primera perdida sucediera.

Cuando perdió a sus padres tan abruptamente no era del todo consiente de la magnitud que eso significaba, el Mikey de entonces 4 años no entendía por qué ya no volvería a ver a sus padres, porque no volvería a ser acunado y arropado por su mamá en las noches antes de dormir, tampoco porque ya no saldría con su papá a jugar en las tardes cuando llegara de trabajar.

No entendía por qué su Shin-nii parecía tan triste y tenía los ojos rojos, porque su abuelo se veía tan cansado como si hubiese envejecido aún más de golpe.

No lograba entender porque las personas a su alrededor vestían de negro y le miraban con lastima, eso le molestaba aun a su corta edad, le hacía sentir débil y juzgado, no le gustaba sentirse así, quería llorar y que sus padres lo abrasaran y dijeran que todo estaba bien, que su papá lo animara y desafiara a demostrar que él no era nada débil. Los quería con él.

Pero no entendía por qué ambos estaban metidos en esas cajas de madera tan adornadas durmiendo, sin abrir los ojos o hacer caras cuando se les quedo mirando, su madre siempre había sido bastante bromista, le gastaba bromas cada que podía a su esposo e hijos, siempre tan alegre. Entonces no entendía porque no acababa ya esa broma y abrían los ojos, no era divertido, ya se había cansado y los había llamado y ni aun así respondían, su voz rota no había tenido efecto en sus padres, ellos seguían descasando pacíficamente en esas cajas sin inmutarse.

Su abuelo lo había tomado en brazos cuando quiso acercarse corriendo en un arrebato de desesperación porque sus padres le hicieran caso, lo saco de ese gran cuarto que se sentía tan frio aun cuando estaba lleno de personas.

Recuerda haber llorado e iniciado un berrinche por sus padres, sin embargo, ellos nunca llegaron, se quedaron en esas cajas y nunca volvieron.

Los días después le eran borrosos, su Shin-nii se la pasaba pegado a él, aun cuando él mismo se veía cansado, le hacía compañía y jugaban juntos, lo distraía.

Con el tiempo comenzó a comprender lo que significaba que sus padres estuvieran muertos. Entendió que no volverían.

Creció siendo criado por su abuelo y hermano mayor, fue instruido en las artes marciales, las cuales se le daban bastante bien, sorprendiendo a su abuelo al inicio cuando comenzó con sus prácticas, contrario a Shinichiro que era bastante soso en ello.

Conoció nuevos amigos y se hizo cercano a ellos. Baji era una tormenta a su alrededor, con quien encajaba disparejamente, pero ellos lo emparejaban como podían, ambos practicando en el dojo de su abuelo, teniendo constantes enfrentamientos y riñas infantiles. Ambos creciendo bajo la asombrosa sombra de Shinichiro a quien admiraban.

...

—Ella es Emma, a partir de hoy son hermanos, así que cuiden de ella.

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