X De faltas y abrazos cálidos

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La noche había caído, las luces de la ciudad comenzaron a tomar vida e iluminar el viviente paisaje que ofrecía la ciudad de Tokio.

Bajo la luz de la luna y de las farolas que rodeaban el templo, la Tokio Manji se alzaba en grandes filas de pandilleros, divididos en cada división correspondiente, todos mirando al frente donde en lo alto del templo su capitán hablaba solemne e imponente. Nadie se atrevería a interrumpirlo, no a menos que quisiese probar una de las famosas patadas del Invencible Mikey.

Los capitanes y vicecapitanes se hallaban enfilados al frente de la multitud de las divisiones, cada uno de ellos con semblantes serios y respetuosos, mirando al frente, la reunión estaba por terminar, solo faltaba que Mikey dijese su habitual discurso motivador a su pandilla y podían dar fin a la junta de esa semana y romper filas.

Pah-chin que se orinaba encima lo deseaba más que nadie. Se removía constantemente en su lugar, soltando bajitos quejos de vez en cuando mientras contaba mentalmente el tiempo que faltaba para terminar, aunque terminaba distrayéndose y volvía a iniciar su cuenta cada vez más ansioso.

Aceptar el desafío que el loco de Baji le había propuesto sobre quién podía tomar más soda en menor tiempo antes de la reunión no había sido buena idea.

Pero Pah-chin tenía que defender su orgullo.

El cual en ningún momento fue herido pero tenía que defenderlo.

—Deja de moverte, maldición, ni que te estuvieran picando el culo —lo reprendió en susurros Mitsuya desde su posición, Hakkai en medio de ambos haciéndose un poco hacia atrás para que su capitán pudiese regañar al capitán de la tercera división cómodamente.

—Es que me estoy haciendo encima Mitsuya —contesto Pah con los dientes apretados y el entrecejo fruncido en concentración para aguantar un poco más.

Mitsuya le envió una mirada cansada acompañada de una mueca.

Draken que estaba un par de escalones por encima de ellos, pero lo suficientemente cerca como para oírlos, le dedicó una interrogante silenciosa con una fina ceja arqueada.

Nadie dijo nada más y apenas Mikey dio por terminada la reunión Pah-chin salió prácticamente corriendo en dirección a los baños detrás del templo, seguido por un preocupado Peh-yan por la vejiga de su capitán.

Solo verlo salir corriendo tanto Baji como Kazutora y un chico de cabello esponjoso melocotón, el capitán de la cuarta división, rieron a carcajadas.

Cada capitán y subcapitán, a excepción de Pah y Peh, se acercaron a su división correspondiente y después de encomendar tareas y demás se despidieron de sus miembros y volvieron para subir los escalones restantes para llegar a lo alto del santuario, donde dos rubios los esperaban.

Los demás miembros comenzaron a esparcirse y abajar las escaleras del templo, rumbo al aparcamiento situado en lo bajo de las escaleras donde sus motocicletas los esperaban, poco a poco el templo se vacío y solo los altos mandos de la Tokio Manji quedaron en el lugar.

—¿Qué le pasó a Pah? —cuestiono Mikey apenas unos cuanto se acercaron lo suficiente a él.

Estaba sentado cómodamente en la entrada del templo, llevaba su toppuku puesto sin cerrar y no sobre los hombros como normalmente lo hacía, miraba curioso a sus amigos mientras comía tranquilamente un dorayaki.

—Se cago encima —contestó Kazutora encogiéndose de hombros.

—Que asco —Mikey arrugó la nariz en desagrado y siguió comiendo.

—Fue culpa de Baji —hablo Pah al subir las escaleras junto a su subcapitán.

—¿Por qué va a ser culpa mía que te mearas encima tremendo idiota?

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