PRÓLOGO

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—Hazlo, dispárame...—su voz suena relente y sollozos brotan de lo más profundo de mi garganta. — ¡Hazlo, Leah! —Toma fuertemente mi mano que sujeta el arma y la pone en su frente. —¡Hazlo! —Sus ojos llorosos ocasionan un gran impacto negativo en mí corazón.

Cierro los ojos con fuerza y niego con la cabeza; totalmente atormentada.

«¡No puedo, no puedo hacerlo!». Grito internamente.

Abro los ojos y verlo de esa manera me destroza el alma y ver que es por mi culpa, me rompe aún más.

— ¡Aghhhhhh! —Grito con impotencia.

Me separo de él, pero sin bajar el arma. Mis manos tiemblan sujetándola y lágrimas corren por mis mejillas.

— ¡Leah, dispárale de una puta vez! —Clama desde el suelo Tyler. Clavo mi vista en él y veo como se desangra, producto de la herida que tiene en su pierna.

Vuelvo a poner mi atención en el chico que tengo frente a mí, el cual se encuentra con el rostro desencajado, golpeado y cansado.

—Hazlo. —Dice extenuante.

— ¡Dispárale de una puta vez! —Me presiona Tyler.

«Es él o tu hermano, Leah». Niego con la cabeza, queriendo no hacerle caso a mi subconsciente.

— ¡No puedo hacerlo, Tyler! —Grito hecha un mar de lágrimas, sin quitarle la vista al chico de ojos amielados que tengo frente a mí.

—Leah, mírame. —Niego con la cabeza ante la orden de mi hermano. — ¡Leah, mírame!, ¡Maldita sea! —Vocifera y lo hago; lo miro con los ojos ahogados de lágrimas. —Sino lo matas ahora, él se encargará de matarme a mí después. No lo puedes permitir. Hazlo. Por mí.

Trago saliva y asiento. Vuelvo a poner mi vista en el chico de cabello castaño y él tiene sus ojos cerrados, agradezco eso, ya que no seré capaz de dispararle si su mirada se encuentra fija en mí. Estoy dispuesta a jalar el gatillo, pero no puedo, no puedo hacerlo, y menos aún, cuando mi mente se empeña en traer súbitamente flashbacks de nuestra relación. Maldigo sollozando y sacudo mi cabeza para que desaparezcan esos pensamientos, que finalmente son mentira. Todo es mentira. Esos momentos no fueron más que actuación y parte de un plan de esté hombre.

«Lo tienes que hacer, Leah».

Tomó con más fuerza el arma y jalo el gatillo: mantengo los ojos cerrados ante el estruendo que provoca el arma, mis manos dejan de sostenerla y esta cae al piso.
Abro mis ojos paulatinamente y la imagen que contempló destroza mi corazón.

Le he disparado. Le he disparado a Nicholas. A mi Nicholas.

Lagrimeo desconsoladamente, e intento acercarme a él, pero se tambalea un poco hacia atrás y yo me detengo. Su mirada impasible se enfoca en mí un par de segundos, para después mirar su torso. Coloca su mano en el costado izquierdo de su abdomen y esta se cubre rápidamente de líquido rojo que brota de la herida que le he provocado. Sollozo fuertemente y me maldigo a mí misma.
El chico levanta su mirada y hace muecas de dolor. Traga saliva y susurra:

—Te amo. —Leo sus labios y veo como cae de lleno al piso.

Nononono.

Lo he matado.

NICHOLAS "AMARTE DUELE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora