3. No es ella I - Caleb

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Caleb - Philadelphia
Fábrica, Ene 11:00

Todavía atontado y desorientado, mis pasos me llevan por inercia hacia el salón para comer algo e intentar hacer desaparecer el dolor de cabeza que aún persiste. Esperaba encontrar a Micah y a los niños, pero la persona que me sale al paso tiene el rostro de un fantasma.

Aturdido como estaba y con el oído dañado al parecer, no la había escuchado hasta que ya la he tenido delante. Me quedo congelado en el sitio, totalmente paralizado, en lo que la chica francesa se acerca a mí en un grácil trote. El pelo rojo intenso, sedoso y brillante, le baila a ambos lados de su cara redonda y aniñada en lo que se va acercando cada vez más, esbozando una sonrisa de dientes blancos y perfectos.

El corazón se me acelera. Es ella... Son iguales...

Cierro los ojos un instante y, al abrirlos, ya no estoy en la fábrica. Estoy en ese descampado, sobre el capó del coche de mi padre, con Chelsea al lado. Acerca su rostro al mío, con la boca entreabierta. Quiere besarme. Lo sé, porque lo ha hecho otras veces. Tiene su mirada verde aguamarina fija en mí, brillante de emoción, y sus ojos están clavados en los míos tan profundamente que puedo verme reflejado en ellos como si fueran espejos.

El problema es que lo que veo en sus pupilas no tiene mi rostro. Ni es humano.

Es un horrible monstruo de hocico puntiagudo, fauces afiladas anegadas en saliva y unos ojos amarillos que me hielan la sangre.

El rostro de Chelsea se crispa entonces, y sus ojos pasan de relucir expectantes y pasionales a teñirse de auténtico terror en lo que la criatura abre la boca y dos decenas de colmillos se abalanzan sobre su cara a la velocidad del rayo.

Suelto un sonoro jadeo en lo que abro los ojos de golpe, y estiro las manos como acto reflejo tratando de alejar a Chelsea de mí...

Escucho una exclamación amortiguada, como si alguien hubiera recibido un golpe en el estómago. Cuando vuelvo a abrir los ojos y ser medio consciente de lo sucedido, me topo con el cuerpo de la chica francesa a varios metros de mí, aterrizando en el suelo de espaldas como si alguien la hubiera embestido.

—¡Caleb!

Dejo escapar otro jadeo. Es entonces cuando compruebo que tengo las manos extendidas y temblorosas, y de que he sido yo quien lo ha hecho. Micah viene corriendo a mi lado y me toma las manos con fuerza.

—¡Hermano, tranquilo!

Su voz suena mitigada, parecida a la de Nee hace un rato. Por algún motivo me cuesta respirar, sigo jadeando como si hubiera corrido un homerun y noto el cuerpo tembloroso y caliente. Hace un momento me costaba escuchar, pero ahora soy capaz de oír mis latidos, los cuales rebotan en mis oídos con la fuerza de un vendaval. La muchacha me contempla desde el suelo, y en su rostro veo algo que también vi en el de Chelsea: miedo.

Recuerdo el miedo en su cara, en su ojos, mientras la devoraba...

—¡Micah! —Un chillido de voz de niña me llega desde lo lejos antes de que note las manos de Micah ceñirse contra mis mejillas.

—Caleb, hermano —Micah me habla, pero es como si lo hiciera a través de una pared de cemento. Suena nervioso, casi desesperado—. Tranquilo. No es ella. Caleb, no es ella.

Un sonido extraño sale de mi boca cuando trato de contestar. Los recuerdos me asolan la cabeza; recuerdos que nunca había tenido hasta hoy. El interior del coche, la sangre empapándolo todo, la carne en mi boca... Dejo escapar un sollozo y otro jadeo, pero lo único que escucho es algo parecido a un rugido. Tengo las manos crispadas en puños, cuyas uñas me clavo en las palmas. Unas uñas demasiado largas... Demasiado afiladas.

—¡Se está transformando! —La voz de la niña vuelve a escucharse entre mis latidos y fuertes estertores.

Un estremecimiento me recorre de arriba a abajo junto con esa marea caliente, que me inunda poco a poco y va disolviendo los recuerdos. Quiero olvidarlo, quiero borrarlo... El calor... El calor borra el dolor.

—¡Caleb! ¡Hermano, por favor, no me hagas esto! —ruega Micah, pero su voz ya no parece la suya. Tampoco soy capaz de distinguir su rostro, ni su tacto en mi cara. No es más que un borrón oscuro.

Trato de escuchar, pero no puedo. Trato de hablar, pero tampoco puedo. Trato de detener la transformación... pero tampoco puedo.

Y los recuerdos desaparecen.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora