Capítulo 4

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Bastian

Observó el rostro del detective tensarse. Tenía ojeras oscuras, muy notables sobre su rostro blanco. Se supone que él no había dormido haciendo su trabajo, mientras que Terry se había ido a su casa temprano, feliz de la vida. Sin embargo, ahí estaba, y se le notaba cansado. Su ceño se profundizó conforme avanzaba la lectura del informe.

Terry tomó las fotografías y las colocó sobre la pizarra instalada a un lado de su escritorio, junto con la información recolectada. Ahora estas encabezaban la averiguación. 

Bastian aún podía recordar las necropsias realizadas, como si las hubiera hecho hace no más de dos días. Podía unir con facilidad la fotografía de la primera víctima con el estado de su cuerpo.  

La mujer morena tenía entre diecinueve y veinte años, con la negra melena rizada y una sonrisa cálida que te invitaba a acercarte y desvelarle tus secretos. En esa fotografía se podía ver que usaba pendientes de perla. Parecía una chica encantadora. 

Ella fue la primera víctima hallada a las afueras de la ciudad, desnuda. Lo único que le había quedado era un brazalete de perlas con una diminuta flor plateada en el centro de este, que había hecho juego con los pendientes. El cual había sido colocado sobre la mano derecha.

Presentaba signos de violencia en la nuca, un golpe dado para incapacitar. También encontró ligaduras sobre ambos pies y manos, quemaduras sobre su torso, piernas y vientre. Le faltaban trozos de carne. Sus orejas habían sido cercenadas con precisión quirúrgica. Hasta ahora, era la única víctima identificada.

Se trataba de Zaira Montoya Luna, una chica que se había reportado desaparecida después de dos días de no llegar a su casa. Sus padres, asumiendo que se había ido con su novio, no hicieron nada al principio, pero al investigar, se percataron de que no había sido así. Acudieron con el novio de su hija, sin embargo, este no sabía nada de ella, y sus amigas tampoco la habían visto. Preocupados, levantaron una denuncia por desaparición.

Días más tarde, la chica había sido hallada cerca de un vertedero a las afueras de la ciudad, el mal olor casi camuflado por la basura. De no haber sido por un perro callejero que se peleaba con otros por sus restos, no la habrían encontrado. La ola de terror, se propagó como la peste en la ciudad. Los rumores comenzaron y los reporteros se morían por conseguir la primicia, desde entonces habían estado atentos para cubrir el caso.

Después de realizar las pruebas pertinentes, se confirmó que se trataba de la misma joven. Los señores Montoya Luna quedaron devastados con la noticia. Marcos fue quien hizo la llamada para que se presentaran para el reconocimiento, no obstante, Bastian fue quien los recibió. Notó como sus rostros se volvieron pálidos al observar los restos de su hija, y las lágrimas rodaron. Los dejó un momento a solas. El fuerte impacto desestabilizó a esa familia, quienes exigieron justicia para la joven.

Al lado de la foto de Zaira se encontraba la de un hombre, caucásico, cabello castaño. Él estaba más cerca de la cuarentena, buena apariencia física en vida. Se mantenía en forma, hacía jogging o atletismo. Ahora no era más que un remanente de lo que había sido, una deslustrada imagen de una vida corta. 

En él, también se encontró evidencia de tortura, las quemaduras esparcidas sobre su cuello, brazos y piernas. Los dedos de sus pies se habían ido. El accesorio dejado en él fue una alianza de matrimonio. Además, fue encontrado en el lado este de la ciudad, a un lado del contenedor de basura de una carnicería. Estaba recargado sobre la pared, sentado desnudo, con una pierna estirada y la otra doblada. Las manos sobre la rodilla recogida, luciendo su alianza, y la cabeza ladeada, como si estuviera posando para un artista. La mirada vidriada, congelada en una expresión de horror y melancolía, como si se hubiera resignado al final que le esperaba.

Muerte a cada pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora