Capítulo 19

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Bastian

En cuanto vio el mensaje, lo primero que vino a su mente fue: que se lo quede. Tenía otro de respaldo en su departamento, no lo necesitaba. Entonces Duval hizo hincapié en la evidencia. Él no podía dejarla botada, aunque eso significase volver a verle en tan poco tiempo.

Se supone que no regresaría, por eso ignoró sus llamadas. Hasta ahí llegó, lo cierto es que no esperó esos resultados en el despacho. La idea era fastidiarlo un poco, quizás hacerlo enojar, después alejarse e ir a casa, no terminar acorralado. Sin embargo, en un descuido, Duval aprovechó la cercanía, lo sujetó y de un movimiento intercambió posiciones. Por la sorpresa perdió el equilibrio, y no le quedó de otra más que sujetarse a él para evitar caer.

Lo subestimó, eso fue molesto e incómodo, por un instante no supo cómo reaccionar, y eso fue lo que más le disgustó. Le dio esa ventaja, no volvería a pasar. «Esto no se quedará así». Por ahora, el marcador estaba de lado de Duval, tendría que emparejarlo. Excepto que era tarde, y deseaba ir a casa.

Con la sensación de derrota, bajó del auto y se detuvo frente a la puerta por un instante, tomó una gran bocanada de aire para reorganizar sus ideas. Tocó el timbre, no esperó mucho, él abrió y se hizo a un lado invitándole a pasar.

—Entra —comentó nada más verle. Se recargó del marco de la puerta, y aguardó con la sonrisa despreocupada y la determinación de conseguir lo que quería.

Bastian se quedó en el sitio, sin ninguna intención de hacerlo.

—No es necesario —respondió Bastian con una cordialidad apenas disimulada. Estaba ahí por sus instrumentos y evidencia, nada más.

—¿Recuerdas el hospital? —Duval se acercó a él.

Extraña pregunta, por supuesto que lo recordaba.

—Me preguntas eso porque... —indagó él con recelo para descubrir con qué le salía ahora.

—No me gusta estar en deuda, menos contigo —replicó con acidez, al tiempo que apretaba los puños.

Bastian ya lo veía venir, por tanto, sí logró su cometido de molestarlo. «Tu problema, no el mío». Sonrió un poco más tranquilo. Con eso sí estaba acostumbrado a lidiar.

—Yo lo prefiero así —dijo despreocupado—. Me darás mis pertenencias, ¿sí o no?

—Tal vez. —Su tono sonó molesto.

—Dejé el automóvil encendido. —Bastian dio media vuelta, dispuesto a retomar su camino.

—No eres buen mentiroso —afirmó Duval. Cerró la distancia restante entre ellos, lo tomó por la muñeca y apretó.

—Y como que a ti te gusta demasiado tocarme —le recriminó sin realizar esfuerzo alguno por liberarse—. ¿Para esto querías que volviera? —lo enfrentó.

Terry bajó la mirada a donde lo sujetaba, como si lo hubiese hecho de manera automática y apenas se percatase de que lo hacía. Lo soltó. Bastian sonrió, satisfecho. Si Duval presionaba, él lo haría de vuelta.

Infundió amenaza en su tono, dio un paso adentro.

—Me vuelves a tocar y...

—¿Qué si lo hago otra vez? —interrumpió, fue suficiente ese paso, Terry cerró la puerta tras ellos.

—Eres masoquista, ¿verdad?

—Y tú sigues aquí, eso dice mucho.

—Tú estás loco. Regresé por mis cosas.

Muerte a cada pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora