Capítulo 23

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Terry

Al poco tiempo de salir del hospital, tomó un taxi para ir a su domicilio. Le ordenaron reposo, y eso era algo difícil de llevar a cabo. En su departamento, a su mamá no le sorprendió verlo llegar así. En parte, porque cuando su padre aún vivía también regresó herido un par de veces, además de que entendía los riesgos de su profesión. Esta vez, parecía estar al tanto, y aunque ella quiso acudir, alguien la disuadió de no hacerlo y cuidar a Lys.

Ese alguien tenía nombre y apellido. El mismo hombre que encontró en la habitación en aquel momento. Despertar en una cama de hospital y encontrarse con él, dos veces, era suficiente para toda una vida. No habría una tercera. 

Lo primero que hizo, después de salir del hospital y visitar de manera exprés su departamento, fue presentarse a la habitación asignada al paramédico, que seguía en recuperación por el disparo.

Un par de agentes cuidaban la entrada de la habitación. Los exámenes que se le practicaron al hombre indicaron la presencia de cocaína en su sistema, por lo que era probable que atacase a su compañero bajo la influencia de esta. Pronto sería trasladado al Ministerio Público, a pesar de las constantes negativas de este por realizar alguna declaración, tanto de los crímenes cometidos contra las primeras víctimas, como del último incidente.

Terry aún tenía sus reservas, necesitaba hablar con el sospechoso. Quería saber qué figuraba él en este asunto, y por qué le fue entregada Lys. Claro, si era el verdadero asesino podría obtener respuestas. Las piezas no le encajaban del todo. 

—No puede pasar —dijo el guardia de la derecha en cuanto se acercó, sacándolo de sus cavilaciones.

Giró en su dirección.

—Muévete, es mi caso.

El hombre vaciló un instante, sin embargo, permaneció en su lugar. Terry dio un paso en hacia él.  

—Lo siento, órdenes de la fiscal, detective —intervino el segundo guardia.

—¿Cuándo dio esa instrucción? —quiso saber. Lo mínimo es que, si iba a ser reasignado, un aviso antes de hacerlo hubiese servido mejor.

—Dijo que cuando viniera, no lo dejáramos pasar.

—¿Ah, sí?

Lo que faltaba, se las arregló para usar el móvil e ignorar la incomodidad del cabestrillo y marcar a Andersen. No se movió de aquel sitio hasta que pudo contactarla. El motivo que le dio ella fue que él estaba convaleciente y que debía guardar reposo, si no los quince que le estipularon, por lo menos un par de días más.

—¿Convaleciente?, Andersen, soy de tus mejores activos, no puedes suspenderme ahora —le dijo por teléfono—. Aún tenemos trabajo. Estoy listo para seguir, no voy a quedarme en cama todo el día.

—Tengo suficiente con la prensa ahora mismo como para agregarle que el detective a cargo de la investigación, a pesar de resultar herido, continúe sin descanso.

—Sé que no has obtenido nada de él, aparte de la huella que tienes gracias a Finnegan. Me encargaré de obtener respuestas, dame un tiempo con el sospechoso, puedo realizar el resto desde casa, solo necesito que me envíen información...

—Sé que puedes, pero por ahora es mejor que no te involucres más, yo me encargo del resto. Con esto voy a cerrar el caso. Estás de baja médica. —Como si pudiese advertir su protesta, agregó—: ¡Por amor de Dios, Duval, solo quédate en casa!

Terry negó. Esto estaba tan mal.

—¿Esto no significa más que un chiste para ti? —insistió—. No, no se ha terminado. ¿Crees que la huella es evidencia concluyente? Vamos a necesitar algo más sólido, ¿no ves que nos lo dieron muy fácil?

Muerte a cada pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora