Capítulo 5

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Rosalía

Cumplió con su labor, llevó las noticias a su jefe. La reacción de ellos... dio un suspiro cansado, no le pagaban lo suficiente para esto. Calmar las aguas no era parte de su contrato laboral. Se había unido como una becaria administrativa, sin embargo, por razones que no lograba comprender, terminaron asignándola con el detective Terry Duval, quien había estado más malhumorado que de costumbre en los últimos días.

Después de darles la noticia, les dio las instrucciones de la fiscal: reunirse con ella para una rueda de prensa.

—¿Conocen la expresión, no maten al mensajero? —intentó aligerar el ambiente.

Terry se fue de la oficina, hecho una furia. Alguien se había metido con su investigación y ahora les tocaba a ellos evitar que se propagase el miedo en la ciudad. Rosalía se preocupó, si antes ya tenían trabajo... ¡Uf! Eso significaba que tendrían aún más tratando de apagar ese incendio. 

Bastian parecía un poco más calmado. Eso no quería decir que no estuviera molesto. Su expresión pétrea había sido confundida por muchos con insensibilidad y frialdad, pero ella, que había estado más cerca de él, sabía que no era del todo cierto.

Rosalía se preparó para lo que estuviera por venir, por si acaso.

—Claro que la conozco —respondió él, amable, consciente de que no era culpa de ella llevar esa noticia—. Mejor nos apresuramos, antes de que se ponga peor.

No estaba segura de sí, se refería a su jefe, a la situación o, a ambos. En todo caso, prefería no comprobarlo. 

***

La fiscal Kelin Andersen se encontraba de pie sobre sus tacones de aguja, tratando de calmar a los reporteros, que sedientos de información lanzaron un aluvión de preguntas. El flash de las cámaras la apuntaba y no la dejaba de seguir, ni por un instante, como perros de caza tras su presa. 

Y en medio de la marea de reporteros, se alcanzaba a destacar una joven de cabello negro, con el rostro imperioso, que estaba al lado de un hombre de mediana edad. Parecía ser ella la que guiaba al hombre y quien tenía sed de información. Sin embargo, conforme se acercaron, el hombre, con una seña, le indicó que le pasara el micrófono. Sin perder el porte, ella lo hizo. A poca distancia los seguía su camarógrafo. 

Se abrieron paso, y el hombre con una gran voz preguntó:

—¿Es cierto que en los cuerpos encontrados faltan partes? —como Kelin no respondió, el hombre asintió y la chica tomó su lugar.

—Fiscal, ¿alguna declaración sobre los cuerpos dejados por el Dr. Frankenstein? —preguntó mientras le extendía el micrófono a la fiscal. Los ojos grises no daban tregua, tratando de averiguar toda la información que pudiera mantener oculta la fiscal Kelin.

Eso consiguió la atención de los presentes, quienes guardaron silencio, esperando la respuesta de la fiscal Andersen. 

Por un momento parecía que no revelaría nada.

—Está en un aprieto —murmuró Rosalía a Bastian, viendo a la fiscal en frente del podio ser acechada por ese reportero y lo que supuso, sería su becaria. Ya que esa chica se veía más joven que ella misma, no más de veintidós años, conjeturó. Aun así, de seguir ese rumbo, con un poco más de práctica, la chica sería alguien a tener en cuenta.

Kelin sonrió de manera indulgente.

—Vamos a responder a las preguntas que tengamos respuestas. Por favor, se les pide, de la manera más atenta, que sus preguntas las hagan en orden —comentó la fiscal.

Muerte a cada pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora