Capítulo 30

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Bastian

Tomaron asiento en la mesa correspondiente del salón. Sus lugares habían sido preparados a un lado de Marisa y Eder Finnegan, con la certeza de que Bastian asistiría. Enfrente se encontraban Bárbara y su esposo Edwin, más allá su hermano mayor, Sian, con su esposa Daniela. Los demás invitados estaban en las mesas adyacentes a esta. Pronto comenzaron a aparecer los meseros para llenar las copas de champán, y servir el plato principal.

Eder Finnegan se levantó, dio un par de golpecitos a su copa para que todos a su alrededor prestaran atención, era momento del brindis. Dedicó unas palabras de agradecimiento a los presentes por acompañarlos esa noche, después otras más a Marisa. Brindaron por todos los años juntos y los que les faltaban. Todos elevaron las copas, la luz destellaba en el cristal, y el tintineo de estas resonó como un coro. Regresaron a sus lugares, un joven estudiante de Marisa comenzó una presentación de violín para amenizar la cena. Bastian reconoció la pieza como La campanella de Paganini, una de las favoritas de Marisa.

Sostenía a Lys, era difícil comer algo con ella en brazos, de todos modos, no tenía apetito, por lo que se ocuparía de la bebé, además Duval no podía hacerlo. Bastian se percató de ese pequeño detalle en cuanto se acercaron a la mesa, y dado que se suponía el detective era su pareja, y gracias a la distribución, se quedó cerca de él para ayudarlo.

La cena transcurrió en un silencio tenso, como si esperasen que en cualquier minuto algo estallara.

—Me gustaría escuchar cómo se conocieron —dijo de pronto Marisa. Luego se dirigió al detective—: ¿También eres médico?

El detective sonrió de manera fugaz y negó.

—Trabajo en la Fiscalía, pero la medicina no es lo mío.

—Eres abogado, o policía, igual de ocupado que Bastian.

—Detective —corrigió Duval—, en la división de homicidios. Eso hace que nos veamos bastante seguido —concluyó con suficiencia, si para molestarlo a él o a su padre, era difícil decirlo.

Eder se aclaró la garganta con disgusto. Observó a Bastian, luego hacia el detective, y se demoró en este último, en gesto desaprobatorio una vez más. Duval lo notó, y ni aun así le dio la satisfacción de parecer intimidado.

Traer consigo al detective no parecía mala idea después de todo. Marisa se dio por satisfecha con él y procedió a cortar el filete Mignon en finos trozos, mientras la música continuaba de fondo.

—Bastian, no llevas mucho tiempo en Charity, y ya estás comprometido. Tan repentino y precipitado, ¿qué te llevó a tomar esa... decisión? —preguntó Eder.

Bastian se tomó un par de segundos.

—A veces estamos ocupados y es tarde para vernos al terminar. Nos conocimos antes de mi transferencia, y hemos interactuado en el trabajo casi todos los días, pero no es suficiente.

Duval, a su lado, lo miró por un instante y en su mirada pudo percibir ese brillo perverso que tan bien lo caracterizaba.

—Cierto, me alegra que pienses igual. Y así, señor, decidimos dar ese paso. —El detective hizo una pausa, volteó a verlo una vez más, el anillo en su mano era difícil de ignorar—. Todo gracias a... ¿Cómo se llamaba la aplicación de citas? Era la primera vez que la usaba, la desinstalé después de conocerte, y ahora no recuerdo el nombre.

—También lo he olvidado —respondió Bastian que intentó que saliera natural para que dejara ese asunto, sin dejar de advertirle en su tono que no continuara por ese camino.

Duval no podía saber que las había usado, ¿o sí? «Es solo para darle credibilidad a la historia», se dijo.

Pero el detective no se conformó con eso, por supuesto que no.

Muerte a cada pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora