Capítulo 21

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Terry

En cuanto le dio la noticia a la fiscal Andersen, todo dentro de la fiscalía se puso en movimiento como una ficha de dominó. Kelin programó la reunión para los próximos minutos, pero no duró mucho, debido a que la prioridad era comprobar el sitio.

No fue necesario que él presionara a los técnicos por el número de placas, de eso se encargó la fiscal, y en poco tiempo le presentaron la información. El auto estaba a nombre de Matías Salgado, sin embargo, este declaró que se lo habían robado. Cuando le preguntaron por qué no lo reportó como tal, respondió que lo intentó, pero que desistió al enterarse de que la póliza de seguro no lo cubría y no había mucho que hacer al respecto.

Le informaron que tenían la última ubicación donde se divisó su automóvil, el hombre se alegró. Fueron claros al explicarle que había sido ocupado en un delito, por lo que su cooperación sería necesaria. Lo citaron para comparar sus huellas dactilares y su felicidad se esfumó de un plumazo.

Después, para la verificación del sitio, se designó a un par de agentes vestidos de civiles. El otro equipo estaría un poco alejado, no lo suficiente para entrar de inmediato en caso de ser necesario.

Terry comprobó que su chaleco antibalas estuviera en su sitio, y bien oculto debajo de su ropa. Sintió el peso familiar de la Walther PPK en la funda de cuero negro, y asintió satisfecho. Se apresuró por los pasillos de la fiscalía. Iría con investigación, no se quedaría quieto hasta dar con los responsables. ­­

En el estacionamiento, ya lo esperaba uno de los oficiales. Jacob sería su compañero ese día. Intercambiaron breves saludos antes de subir al auto. Después el silencio se estableció. Mientras conducía, los edificios se desvanecían ante ellos conforme la velocidad iba en aumento. Lo primordial era llegar al sitio. Desaceleró cuando ya no faltaba mucho.

Fueron de los primeros en llegar, estacionaron un poco antes y se comunicaron con sus compañeros para indicarles sus posiciones. Mantuvieron vigilancia un tiempo desde un par de metros, al no detectar movimiento, se acercaron.

Un par de contenedores de basura y cajas de cartón se encontraban recargados de la pared en el lado derecho, debajo de una ventana. Sin duda, la misma vista que obtuvo de las videocámaras del edificio de enfrente. La puerta se caía a pedazos en la zona frontal. La bodega estaba en desuso, como si no fuera evidente, lo evidenciaba una cortina metálica oxidada a medio abrir en la parte trasera. Esta daba a un terreno baldío, el cual era un punto ciego para las cámaras de seguridad de otros edificios. 

El auto robado no se veía por ningún lado. Era probable que a estas alturas ya habría sido desmantelado y vendido por piezas, o cambiado de propietario una vez más.

A simple vista, tampoco había rastros de neumáticos sobre el terreno. Era como si después de estacionar en la parte trasera, se borraran del mapa. Por supuesto, esto sucedía si no se prestaba la suficiente atención. Por fortuna, se sumaba la evidencia visual obtenida por las cámaras, de no ser por este hecho, no se podría decir que estuvieron ahí, y sus esperanzas de hallar algo caerían en picada.

Observó a su alrededor con ojo crítico, algunas viejas láminas galvanizadas estaban recargadas de una de las paredes, más allá de las cajas, pero un par se desparramaron en el suelo. Su conjetura era que rodearon el sitio con el vehículo, al salir de manera descuidada, las golpearon, y a su vez, desperdigaron unas cuantas. Sin preocuparse por ello, pasaron encima de estas. Se acercó para comprobar su teoría. Si se quedaron un rato ahí o siguieron su camino de inmediato, no sabría decirlo.

Vaya suerte la suya, sin duda, esta tenía favoritos, y él no entraba en la lista.

El modo alerta en él, seguía activo, por lo que, se movió con cautela y se acercó a una de las entradas. Si los sospechosos continuaban ahí, que era poco probable, no quería avisarlos de su presencia. Desde el interior, tal como intuyó, el silencio les dio la bienvenida.

Muerte a cada pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora