Themis

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Mis padres me llamaron al estudio, eso significaba que ya se habían enterado, toqué la puerta y me senté frente a mi madre y mi padre a mi lado.

-¿Lo siento?

-Volk, no te lo tomes a chiste -replica mi madre, mi padre no dice nada ¿Qué podría decir?

-Estábamos jugando -le expliqué -así jugamos nosotros.

-Está en el hospital con dos costillas rotas -papá me miró con el rabillo del ojo.

-Él me dijo que sabia jugar -me encogí de hombros- yo le creí.

-Volk -advirtió seria.

Me levanté y tomé sus manos, las besé con suavidad.

-Madre, jamás le haré daño a alguien que aprecies, a menos que nos haga daño a nosotros.

Ella sonrío y me dio la última advertencia.

-Ten cuidado, gente inocente no debe pagar por tus juegos.

Asentí.

-Más tarde hablaremos tú y yo -advirtió mi padre.

-¿Vas a regañarme? -jugué con la ironía que había aprendido de él.

Salí del estudio, tenía cosas que hacer, la familia aun no estaba completa y esa era la razón por la que aún no habíamos empezado del todo. Repasaba en mi mente las cosas que tenía que hacer hoy, debía entrenar, ir a la tutoría que me importaba muy poco si soy sincero, tenía asuntos que arreglar, golpearlo iba a ser aburrido, tenía otros planes, esperé hasta su hora de salida, me puse una sudadera con capucha y unos lentes oscuros, mis ojos me delatarían, use una técnica de compasión casi nunca falla, bajé el vidrio.

-Disculpe -dije desde mi auto, él se acercó - ¿Podría decirme la hora?

-Claro son las 10:00 P.M.

Fue una lástima que no pudiese agradecerle.

-Súbanlo.

-¿Estás seguro de que no hay cámaras?

Ni siquiera le contesté, ellos obedecieron, lo durmieron con un fármaco.

-¿Vas a matarlo? -preguntó uno de los ayudantes.

-No me ha dado tiempo de planearlo, solo...

-Te ablandaste... -canturreó.

Rodeé los ojos, estaba emocionado por cómo iba a sufrir aquel hombre que no tenía ganas de gastar mis energías en otra cosa que no fuera verlo sangrar.

Casi llegamos a una viña abandonada, allí nos estaban esperando, Karl me paso mis guantes, movimos al hombre y lo encadenamos a una silla, el efecto duraba unas 10 horas asique no lo veríamos hablar en un buen tiempo.

- ¿Saben lo que tienen que hacer?

-Solo un susto ¿no?

-¿Qué pasa? ¿te volviste compasivo de un día a otro? - la ironía me hacía gracia.

-No me ha dado tiempo - repetí- bien -tomé uno de los bates con clavos y me lo eché al hombro- que comience la fiesta.

Una semana después, por fin estábamos todos. Karl y yo terminábamos de investigar más de la zona, después de dejar el auto que usamos en la investigación en un taller para que le cambiaran la pintura caminamos a casa.

-¿Hace cuánto le encontraron?

-No estamos seguros - me giré hacia casa de mi inteligente vecina, la vi allí llorando, debía haber tenido una pesadilla, pero alguna grave, miraba al cielo y sonreía como recordando algo.

En medio de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora