Primera cita

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*Puse los ojos en blanco y comencé a seguirlo; caminamos en silencio, me limitaba a caminar detrás de él, comencé a dudar en cuanto comenzamos a abrirnos paso entre maleza para entrar en un edificio abandonado, era un antiguo hospital privado, dejé de caminar un momento -tal vez no debería entrar, no es seguro - lo pensé un rato, ojos de colores siguió el camino como si nada, pensé en irme, pero mis pies seguían caminando. 

Comenzamos a subir las escaleras, la tenue luz del atardecer entraba por los fragmentos de vidrios que aún quedaban, seguimos subiendo, supuse quería llegar a la azotea, me detuve al leer un viejo letrero, "cuidados intensivos", al igual que la mayoría del hospital quedaban unas que otras cosas, todas desordenadas, llenas de maleza y polvo, sentí como el chico se acercaba por detrás.

-Y pensar que miles de lágrimas cayeron en este suelo -muchos recuerdos llegaron a mí, los aparte, pues no quería llorar.

-En los hospitales se ve realmente la fuerza de cada ser humano.

-Creo que el arrepentimiento y las despedidas más sinceras se dan en una sala de emergencia -comenté.

-Es irónico, en una sala algunos pacientes dejan la vida y un piso más abajo otros la ven - se acercó aún más - la delgada línea entre el inicio y el fin de un feroz juego.

Qué sabio sonó eso, comencé a sentir un pequeño calambre en mis manos, mi respiración comenzó a acelerarse, oh no, esto solo me ha pasado algunas veces y no era nada lindo, mi corazón comenzó a latir a mil, sentí una opresión en el pecho, algo va a salir mal, muy mal, me siento a punto de perder el control.

-¿Estás bien? -escuché un poco lejana su voz.

Mi mente estaba concentrada en el dolor de mi pecho.

Lleve mis manos al pecho, pero me costaba respirar.

- N-no, mi pecho, D-duele.

Comencé a hiperventilar, no sé qué está mal, pero algo está mal. Necesitaba aire, necesitaba salir de aquí, comencé a caminar apoyándome torpemente de las paredes, mi vista se nubló por las lágrimas, me sentía débil, unos brazos me sostuvieron.

-No puedo respirar -mi corazón seguía latiendo demasiado rápido, mis manos sudaban aun estando frías.

-Respira con calma -se limitó a decir, sosteniéndome.

No puedo, me duele, me cuesta, no sé qué hacer, no estoy bien.

-Ayuda - dije como un grito ahogado - no puedo - mi voz era desesperada, tal vez muera hoy, esa era una posibilidad.

Ojos de colores me giró para que quedara frente a él, tomó mi rostro con sus manos.

-Escúchame, estás bien, estás segura, no hay peligro, inhala contando cuatro y exhala contando seis, concéntrate -su voz era sumamente tranquila.

Lo intenté, seguí su voz, él seguía diciéndome que respirara, sorprendentemente funciono, seguí respirando a ese ritmo, por unos minutos, me recosté a la pared, una ligera brisa golpeo mi rostro haciéndolo sentir fresco al instante.

-¿Mejor? -preguntó con su cálida voz.

Asentí.

Me senté en el suelo un rato, hasta que mi mente volvió a la normalidad, esto no me solía pasar, así de seguido, él esperó pacientemente hasta que me levantara.

-¿Quieres seguir?

Asentí.

Él dejó que caminara delante de él siguiendo las escaleras.

No quiero que vuelva a pasar, pero tampoco sé que lo provoca.

Seguimos subiendo hasta llegar al tejado, se veía gran parte de la nuestra pequeña ciudad, involuntariamente sonreí al ver el atardecer, podía ver algunas personas saliendo de sus trabajos, me mantuve al margen del borde, me giré para encontrarme con sus extraños ojos.

-¿Por qué vinimos aquí? -hay mejores lugares para pasar el tiempo que un hospital abandonado.

-¿No te gusta? -la luz del atardecer se reflejaba en sus ojos, eran tan diferentes.

-¿Te gusta a ti? -no respondió.

Me senté de piernas cruzadas en el suelo.

-¿Quién era él? -preguntó rompiendo el silencio.

Mario podía ser muy buena persona, pero también solía convertirse en una pesadilla, tal vez no debí ignorarlo.

-Es un error de hace algún tiempo.

Él pareció entender, se paró a mi lado con su vista en el frente, lo miré desde el suelo, su presencia y todo lo relacionado con él me confunde.

-Debes dejar de pensar en eso, Ilia.

Me tensé al escucharle decir mi nombre.

Él me miró con el ceño fruncido

-¿No me dijiste tu nombre? ¿Verdad?

-No lo hice -dije levantándome.

Resopló

-Volk.

-¿He?

-Ese es mi nombre.

Era un buen dato, llevábamos semanas hablando y por primera vez sé su nombre, quise preguntar, pero me interrumpió.

-¿Lo que paso allá abajo por qué fue?

-No lo sé, quizás fueron por las pesadillas -analicé.

-O tal vez te trajo recuerdos de tus familiares en Rusia.

Casi pierdo el equilibrio.

-¿Cómo lo sabes? -pregunté a la defensiva.

-¿Qué cosa?

-Volk -advertí- ¿Quién eres?

Él no podía saberlo, no podía, no había forma.

- После стольких поисков волк нашел свою добычу и не будет сострадать

≪ Después de tantas búsquedas, el lobo ha encontrado su presa y no tendrá compasión. ≫

Me levanté del suelo 

-Deja de decir cosas que no entiendo y explícame

-No tienes que entender nada -su personalidad cambió de forma repentina.

Las facciones de su rostro no dejaban ver expresión alguna, eso solo me confundía más. Noté sus nudillos rojos.

-No debiste reaccionar así, fue por defenderme, lo sé, pero no estuvo bien, ¡casi lo matas! - suspiré -tal vez debí hablar con él.

- Ilia, lo que pasó no fue tu culpa, tiendes a creer que muchas cosas que pasan son tu culpa, vaya mierda de autoestima.

Me detuve un momento ¿y el chico tierno a dónde fue?

-Mira, Volk, que sea la última vez que me hablas de esa forma.

Me dedicó una sonrisa fría.

-Ojalá fueras así de fuerte con los demás -ya no sonreía, incluso su tono de voz había cambiado, algo le había pasado y no supe entender muy bien qué.

-¿Estás bien?

- Ya estamos grandes para fingir no recordar el pasado -fue su respuesta.

-No sé de qué hablas -espeté molesta -estás loco, Volk.

Él ladeó su cabeza mirándome a los ojos, ni siquiera parpadeaba, es como si estuviese tratando de encontrar algo dentro de mí.

-¿Por qué sabes eso de mí? - pregunté por enésima vez.

Silencio.

-Mira, pequeña asesina, me estoy aburriendo de esto.

-Pequeña asesina -repetí. Bufé- y dicen que la loca soy yo. ¿Asesina? Estás demente, Volk, ¿Por qué te estás interesando tanto en mí?- llevaba mi cabello suelto, pero el calor por los nervios hizo que me lo amarrara. Me miró en silencio, por un momento frunció el ceño, casi parecía confundido. Casi. No le vi intenciones de decir algo, por lo que emprendí el camino de vuelta.

-A las doce en mi casa ¿Entendiste? -dio la orden.

Lo miré y le saqué el dedo corazón. Quizás era el comienzo de una guerra, una que por más miedo que tuviera no estaba dispuesta a perder.

En medio de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora