8. Contrarreloj

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𝓜𝓲𝓬𝓪𝓮𝓵𝓪

Ha llegado el momento en donde me encuentro en el aeropuerto a las seis de la mañana esperando a la persona que más me gusta molestar. Apenas baje del avión y pase por aduanas, lo mataré por haberme hecho madrugar justo uno de los días en que no tengo clases en la mañana, sino horario vespertino. He regresado a la universidad y admito que me ha costado adaptarme a los cambiantes horarios y tratar de ajustarlos con los del trabajo. Los viernes no tengo clases, algo que agradecí considerando que se me hace menos pesado. En el trabajo lograron adaptarse al horario al saber que Toby regresó a la escuela, ingresó al segundo grado. Sus clases terminan a las dos por lo que la señora Cordero lo busca y lo lleva a casa mientras yo termino y tomo el transporte para allá. Ha funcionado bien.
Dos semanas han pasado ya.
Dos semanas en las que no he sabido nada de mi madre.
Dos semanas en las que tampoco he compartido palabra con Ethan, logró ingresar en la universidad, justo en la misma que yo. Lo veo caminar por los pasillos, algunos días con ropa casual y otros con uniforme. Se siente diferente verlo con una sonrisa grande en su rostro cada vez que habla con sus compañeros, pero al momento de cruzarnos por el pasillo; es como si fuéramos dos completos extraños y así es como debe permanecer. Porque lo he visto debatir sobre si acercarse o no al final, opta por no hacerlo. Respetó mi decisión, no lo hace por él sino por mí. Jennie siempre nos lanza miradas en la cafetería. Dejó de intentarlo hace una semana cuando supo que ya no habría vuelta atrás. También cuando notó la herida en mi labio, se conformó con mi torpeza; que tropecé y caí de jeta al suelo, pero sabe que miento. Esa herida tardó más de lo esperado en sanar, la maquillaba todos los días y al mismo tiempo tengo la manía de morderme los labios al punto de sangrar. Permanecía abierta. No me sorprendí cuando la mano de mamá hizo contacto con mi rostro, lo veía venir.
Ella no.
Sus ojos pasaron de tener emociones de ira y rabia, a tener temor, pero sobre todo, arrepentimiento por haber golpeado a su hija. Nunca lo había hecho, aunque siempre hay una primera vez para todo. Enfadada conmigo no está, con ella sí. Se fue del apartamento apenas vio mi labio sangrar dejando el regalo que resultó ser una blusa color rojo vino bastante arreglada con cuello de tortuga, las mangas cortadas de una manera en que los hombros quedan descubiertos. Me pregunto si me atreveré a usarla. No uso nada que muestre mis brazos o mi cuerpo en general, los abrigos, blusas, camisas de manga larga, los pantalones y zapatillas son mis mejores amigos. Recibí un mensaje de Leo diciendo que pronto saldría. Debí traer un abrigo en vez de solo un suéter manga larga, hace mucho frío. Mi madre decidió no venir, sigo sin saber el motivo. Probablemente no quería verme, puedo mantenerme profesional, en especial frente a Leo. Empezó a depositar dinero en mi cuenta sin habérselo pedido, supongo que piensa que puede comprar mi perdón con dinero. Dudo que gane mucho en su trabajo, quizás esté dentro del negocio de la mafia o vendiendo drogas. Su vicio de beber no es barato.

— ¡Ela! —el pelinegro con el que comparto apellido gritó mi nombre a tan solo unos metros de distancia. Lleva una maleta grande azul y una mochila colgada en su espalda.

— Oh, por Dios...

Bajó la mochila al piso y extendió los brazos. No pensé ni siquiera cinco segundos en correr hacia él y envolverme en sus brazos. Esos abrazos que, a pesar de no ser muy partidaria del contacto físico, extrañaba con toda mi alma. Son los únicos que me han hecho sentir segura y no experimentaba ese sentimiento desde hace mucho. Después de separarnos, limpié una pequeña lágrima que se asomaba por mi ojo. En su rostro se reflejaba una gran sonrisa. Está más alto de como lo recordaba. Su cabello un poco más arriba de las orejas, el color de su piel poco a poco vuelve a hacerse visible a través del leve bronceado. Colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja.

— Eh, pensé que te habías hecho otra perforación.

— Soy pobre.

— Pensé que era por nuestro temor a las agujas.

La chica de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora