32. Almuerzo familiar

25 3 0
                                    

𝙴𝚝𝚑𝚊𝚗

Las manos me sudan, mi camisa está arrugada y no consigo arreglar mi cabello. Me miré al espejo del pasillo para tratar de arreglar el cuello de la camisa manga larga azul marino. ¿Si subo un poco las mangas se verá mal? ¿Por qué estoy tan nervioso? Corrí hasta el baño para cepillar mi cabello, pero seguía sin convencerme. Hice lo que pude con mis manos y las mechas molestas, debo cortarlo rápido. Ya cubre mis orejas. Lavé mis manos y me dirigí a la cocina donde mamá y papá se encontraban terminando de preparar la comida y darle los últimos detalles a la mesa. Según mamá, una ocasión como ésta requería de nuestras mejores vajillas que solemos usar en cumpleaños y en navidad. Hoy no es la excepción, es mi cumpleaños número veinticuatro a veintiún días del décimo mes del año.

— ¿Ya estás arreglado? —preguntó mamá al tiempo que colocó las servilletas.

— Sí, eso creo.

Me dio un vistazo rápido y me asintió. Suspiré aliviado porque hice un buen trabajo. No me considero un profesional cuando el código de vestimenta es elegante para un evento, soy de vestir más casual y con ropa cómoda. Para la presentación de Jennie, estuve desde temprano preguntándole a Leo qué se pondría y para su cumpleaños, la pelirroja escogió.

— ¿Nervioso?

— Demasiado —confesé y mi padre solo río. Es la segunda vez que atraviesan por esta situación y están muy tranquilos, los envidio—. ¿Cómo no están sudando? ¡Ni siquiera nerviosos!

— No es la primera vez.

— Con Linet no me encontraba así. Es extraño.

— Puede ser que tus sentimientos hacia Micaela son más fuertes. Quieres que salga todo a la perfección porque realmente amas a esa chica —asentí con mis mejillas levemente sonrojadas ante el comentario de mi padre.

— Mamá, promete que te comportarás —los señalé—. Ambos.

— ¿Yo qué? ¡No he dicho nada!

— ¿Recuerdan cómo eran al principio?

Intercambiaron miradas y negaron. Solté un bufido y me crucé de brazos. Es tradición familiar tener un almuerzo familiar en casa con los invitados que el cumpleañero desee, aunque generalmente terminamos siendo los cuatro. A excepción de un par de años cuando Elena invitó a un par de amigas o en mi cumpleaños veintiuno cuando le presenté a mis padres mi primera novia formal, Linet. Le pedí a Micaela que viniera a casa a celebrar mi cumpleaños y así, formalizar la relación. Estoy ansioso y muy nervioso por lo que pueda ocurrir el día de hoy. Sé que no se notaba muy segura sobre si venir, pero terminó aceptando.

— Olvídenlo —bufé—. Solo quiero que todo salga a la perfección.

— Lo hará, descuida.

— ¿Así te sentías cuando presentaste a mamá con tus padres? —la mencionada soltó una pequeña risa— ¿Qué?

— En nuestros tiempos se presentaba a la pareja con idea de matrimonio.

— ¿M-Matrimonio?

— Eso no pasará con ustedes, son muy jóvenes. ¿Cuántos años los separan?

— Tres.

— Hm, verdad que es la hermana de Leo —confirmó—. Me hubiera gustado que él estuviera aquí.

— Está en España. Créeme que yo también.

El timbre sonó y mi pulso se aceleró. Miré el reloj circular en la cocina y llegó justo a tiempo, la una y media de la tarde. Busqué la mirada de mis padres que señalaron la puerta para que abriera, con un guiño por parte de papá, claro. Opté por una mejor postura y arreglé las mangas de mi camisa. Respiré una gran bocanada de aire antes de girar el pomo. Del otro lado, con un vestido corto sin mangas celeste pastel, su cabello suelto con unas trenzas pequeñas comenzando al frente y siendo atadas en la parte trasera. Mi corazón dio otro brinco no por nerviosismo, sino por su belleza.

La chica de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora