21. Madriguera del conejo

23 3 1
                                    

🐼: Canción: I will go to you like the first snow.
Intérprete: Ailee


Ⲙⲓⲥⲇⲉⳑⲇ

Saludé al cuidador del cementerio antes de avanzar. Un par de personas frente a diversas tumbas con flores o peluches. Está ocurriendo un entierro, bajan una tumba de pequeño tamaño y el grito ahogado de una madre que extraña a su hijo mientras abraza su último recuerdo: un oso de peluche. Los cementerios son el segundo lugar que más odio en la vida, solo superado por los hospitales principalmente porque hay más muertes.
Agaché la cabeza al pasar por detrás de los familiares llorando la pérdida para llegar al final. Miré el nombre tallado en la lápida.

Roberto Luna
Un hombre que podía sacarte una sonrisa incluso en los peores días

Dejé las flores a un lado, las amaba y siempre trataba de tener su jardín lo más bonito posible. Después de su muerte, mi madre dejó morir todas las flores y hoy en día, no existe rastro de que alguna vez haya sido un jardín bien cuidado. Todo pelado y sin vida, grisáceo como si nunca hubiera vivido en esa casa. Me senté sobre el pasto frente a frente, me gusta hacerlo así; simulando que estoy hablando con él. Con mi mano, toqué la lápida para saludarlo mientras sonreía débilmente.

— Hola, papá. Ha pasado un tiempo. Lamento no haberte venido a visitar en varios meses —me abracé a mi abrigo. El día ha estado gris y con mucho viento, una tormenta eléctrica se acerca—, las cosas se han complicado.

Pasé un mechón rebelde detrás de la oreja. Busqué la carta que escribo cada año. Sé que jamás las recibirá pero sigo haciéndolo. Siempre dentro de un sobre que al finalizar el día, las dejo sobre la lápida y espero a que la lluvia se deshaga de ellas hasta que se conviertan en polvo y no quede pizca de que alguna vez existieron. Abrí el sobre y desdoblé la hoja cuidadosamente, creo que es la más corta que le he escrito y empiezo a leer en voz alta.

— Hola papá, ha pasado un tiempo, catorce años para ser exactos. Catorce años en los que poco a poco he empezado a olvidar varias cosas de ti. Por favor, no te molestes conmigo ¿bien? Era muy pequeña y hasta que cumplí los diez años, te esperé cada mañana, cada tarde y cada noche frente a la puerta esperando a que regresases, que solo había sido una broma muy pesada por parte tuya. Te gustaban mucho las bromas ¿lo recuerdas? Yo sí, todavía —apreté el papel con fuerza obteniendo pequeñas heridas en las yemas de los dedos—. Estoy algo molesta ¿sabes? Odio sentir celos pero no puedo evitar que ese sentimiento pase por lo menos una vez en mi mente al ver a mis amigos salir con sus padres y hablarme de ellos y no me gusta, lo odio. Odio no poder hacer nada de lo que ellos hacen porque me fuiste arrebatado muy rápido. Eso me hace ser una mala persona ¿cierto? Va en contra de lo que alguna vez nos enseñaste a mí y a Leo: siempre dar gracias por lo que tenemos y nunca envidiar al prójimo pero lo hice, lo hago y lo seguiré haciendo —un gemido se escapó de mis labios mientras las lágrimas salían en grandes cantidades—. No es justo que no hayamos podido disfrutar más. Y sí, estoy feliz por ellos solo que me gustaría poder vivirlo también.

Levanté la vista hacia su nombre y limpié las lágrimas con el dorso de mi brazo.

— Ya no recuerdo tu voz.

Cerré los ojos mientras las lágrimas caían sobre la hoja, ya no será la lluvia quien se deshaga de ella sino yo. Yo soy la destrucción, una bomba de tiempo que, por un momento, detuvo el temporizador. Los abrí y la tinta se ha corrido haciendo imposible la comprensión de ciertas palabras. La doblé dentro del sobre y al lado del ramo de flores, lo dejé. Me acerqué a la lápida y besé la parte inferior. Al darme vuelta, Leo se encontraba ahí con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y con una sonrisa torcida en sus labios. Su mirada demuestra arrepentimiento.

La chica de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora