15. Rosas y espinas

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🐼: Canción Scars de Stray Kids.


𝙴𝚝𝚑𝚊𝚗

Dentro de los matorrales, el anaranjado atardecer ilumina el camino. Es el único lugar que se me ocurre que podría estar después de que escapara y no conteste ninguna llamada ni mensaje. Leo pidió un taxi para su madre y está buscando cerca del apartamento. Contacté a Jennie pensando que estaría con ella y lo único que hice fue alterarla.
Todo fue en decaída. En la mesa se podían experimentar todo tipo de sentimientos encontrados, Leo estaba furioso y no aceptó ninguna explicación de su madre, pero a la vez estaba decepcionado de sí mismo por no conocer la verdad y permanecer ausente cuando su hermana menor más lo necesitaba. Ahora entiendo porqué me dijo que sus padres habían muerto. Sobre la roca, su cabello ondulado negro corto se movía con el viento y sus ojos se encontraban cerrados.

— Te encontré —sonreí. Con pequeños pasos, me acerqué a ella que al escucharme, se sobresaltó girando la cabeza para verme.

— ¿Puedo?

Me miró de arriba a abajo. Nunca me cansaré de decirlo: el color de sus ojos siempre será mi favorito; con el anaranjado del atardecer y el avellana del iris se crea una combinación perfecta. Se ven incluso más claros de lo que realmente son.
Y es hermosa.

— Claro —se movió a un lado. Dejé las piernas estiradas al momento de sentarme. Observé el atardecer, es realmente bello desde esta vista, es diferente que estar en un auto o en casa—. ¿Cómo me encontraste?

— Dijiste que venías cuando necesitabas escapar y alejarte de toda la mierda que te rodea.

— Lo recordaste —susurró. Asentí. Jugó con el dije de una pulsera de hilo rojo. Ahora que vivimos juntos, he visto que siempre la lleva puesta. El dije en cuestión es un pequeño unicornio de un tono oscuro como si estuviera viejo y que perdió su color original junto a una perlita de fantasía.

— ¿Esa pulsera es muy importante para ti?

— Sí, un último regalo muy apreciado —ya no lleva la chaqueta mostrando su piel pálida reflejando el verde de las venas en sus brazos y varios lunares—. Supongo que vienes a darme la charla o a exigir una explicación.

— Vine a acompañarte.

— ¿No te pareció que cuando huí era porque quería estar sola? —soltó, repentinamente. Apreté los labios y desvié la mirada hacia el frente— No, lo siento. Hablé sin pensar. Es solo que a veces —maldijo entre dientes pasando las manos por su cabello—, me enfada. Ha dedicado toda su vida en destruirme. No me importa si piensas que estoy exagerando y creas cada una de sus palabras...

— Te creo —interrumpí. Me concentré en sus ojos avellana— en todo.

Su labio inferior tembló, estando en el restaurante incluso ahora sé que está reteniendo las ganas de llorar. Apartó la mirada y dio leves toques a sus mejillas. En su mano derecha, precisamente por el área en donde empieza la articulación de la muñeca un poco más abajo del ganglión dorsal, un nuevo dibujo hecho con tinta negra bastante delicado tipo minimalista salió a relucir.

— ¿Tienes otro tatuaje? —mi pregunta la tomó por sorpresa.

— Sí, es más pequeño que el otro.

— ¿Puedo verlo? —levantó el antebrazo accediendo a mi petición. Bajó un poco las pulseras que usa. Es una rosa de cinco, seis centímetros quizá con tallo y dos hojas saliendo del mismo. La diferencia con el tatuaje de astronauta es que ese es uno inocente, un niño jugando, sin embargo este es uno un poco más oscuro y es que el tallo se encuentra lleno de espinas— ¿Qué significa? No sabía que te gustarán las rosas.

La chica de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora