Leyendas muertas.

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El aire de las ruinas los inquietaba. Incluso cuando el sol de mediodía golpeaba al equipo con fiereza y las sombras carecían de un lugar en el que refugiarse, un aura extraña continuaba invadiendo el lugar, atrapándolos bajo una atmósfera pesada. El silencio parecía disfrutar torturándolos. La situación no mejoraba durante las noches. Nadie recordaba exactamente qué ocurría en las largas horas de negrura, sus recuerdos se emborronaban con los primeros rayos de la mañana, dejando atrás el eco de una voz anciana, aparentemente cálida y amable, cuyas palabras se desvanecían en los pliegues de las mentes. Sin embargo, todos coincidían en lo mismo: la furia y el rencor que aquella misteriosa criatura trataba de ocultar detrás de constantes murmullos endulzados.  

Al inicio, no le dieron demasiada importancia, asociaron el peculiar encontronazo a algún tipo fantasma haciendo trastadas, a la intensidad de sus propios sentimientos interfiriendo en la actividad normal de los cerebros, al fin y al cabo, todavía estaban terriblemente entusiasmados, agotados por el viaje y estresados por las incontables tareas formándose día tras día. Por desgracia, la privación de descanso no tardó demasiado en revelar los primeros síntomas. Los humanos se encontraban más irascibles, asustadizos y torpes. Miles de ideas descabelladas volaban en cualquier dirección, como, por ejemplo, que la metrópolis estaba maldita y no les permitiría descansar hasta reducirlos a una montaña de polvo y huesos.

Daniel, el cabecilla del grupo de arqueólogos, seguía sorprendido porque nadie hubiera dimitido. Él mismo sufría el acoso de la misteriosa entidad, no importaba la situación o los remedios que tratase de aplicar; atrapasueños caseros; tilas capaces de tumbar a un Donphan de un sorbo; en una ocasión llegó al extremo de recibir el impacto de Canto, los susurros siempre lograban alcanzarlo.

Todos aquellos encontronazos desembocaban en el mismo escenario: un despertar brusco, unos jadeos desesperados por recuperar el aire, los latidos de su corazón ensordeciéndolo y, por encima de todo, la desagradable sensación de una espesa capa de ceniza recubriéndolo de pies a cabeza.

Las predominantes bolsas oscuras debajo de sus ojos esmeralda revelaban el constante cansancio entumeciéndolo, ya ni siquiera se preocupaba por asearse correctamente. El cabello rubio platino y largo, normalmente peinado a la perfección, se encontraba despeinado y cubierto de nudos, la ropa clara, arrugada, las botas marrones, confeccionadas para el trabajo de campo, estaban manchadas de tierra y briznas de hierba ennegrecida. Lo que más le afectaba, a excepción de la criatura atormentándolo, era el malestar asolando a Golett, el Pokémon que lo acompañó desde que tenía uso de memoria.

El golem siempre lo observaba silencioso cual depredador, pero a pesar del silencio característico del tipo roca, reconocía la impotencia desbordándolo minuto a minuto por no ser capaz de ayudar a su entrenador.

El grupo despertó con el estridente estallido de las alarmas de los teléfonos, obligándolos a mentalizarse para sobrevivir un nuevo día en las Ruinas Alfa. Los cuchicheos del desayuno fueron escasos, inexistentes durante en el efímero trayecto del campamento base a la principal área de excavación.

Los escombros de la antigua civilización se expandían a ambos lados de lo que en algún momento se trató de una calle abarrotada. Columnas derribadas, edificios sólidos a pesar del paso del tiempo, estructuras de piedra que, en un pasado remoto, sirvieron como corrales, bancos o mesas. La vegetación no se atrevía a crecer en las estructuras, mas su espíritu curioso flaqueaba, disuadiéndolo de estudiar ese inusual fenómeno.

Daniel recordaba el primer día de la expedición. La euforia iluminaba la mirada de personas y Pokémon, las lenguas se les enredaban al fantasear sobre los logros que aquella oportunidad les brindaría, mientras sus imaginaciones desbocadas creaban miles de escenarios donde descubrían un hecho capaz de alterar la historia conocida. En algún momento, alguien recitó un titular que llenaría las páginas de miles de periódicos <<el mejor equipo arqueológico de Johto desentierra los restos de una civilización jamás documentada, con fósiles nunca descubiertos>>. Los Pokémon se sumaron a los chillidos de alegría al escucharlo.

Lo no contado. [Pokémon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora