—Dialga.
Y con una simple palabra, la esperanza brillando en los ojos del legendario se extinguió. No regresó la cabeza al suelo, aunque la dejó caer unos centímetros.
Ignorando el mal sabor de boca que la ahogó tras llamarlo por su nombre, Hona guardó las manos en los bolsillos en un intento de mantener una postura distante. Un grito agudo, claramente infantil, le retumbó en la cabeza durante unos segundos, los suficientes para reconocer la voz de su yo del pasado, una niña que sólo quería regresar al calor de su familia. Se mordió la lengua, ensombrecido la expresión en el proceso.
—Arceus. ¿Cómo era antes de...? De todo esto.
El legendario emitió un gruñido de sorpresa capaz de llamar la atención de Ceb, quien se había posado en una rama para escuchar mejor mientras jugueteaba con unas hojas bañadas en oro. Dando unos suaves golpes con la cola, Dialga suspiró, divagando en unos recuerdos ajenos para cualquiera de sus hijas.
—Ciertamente jamás esperé escuchar semejante pregunta —admitió en un tono suave relajando el gesto—. Mas es tu abuelo, al fin y al cabo. Comprendo la curiosidad al respecto.
No, Hona no pronunció esa pregunta con esa intención, de hecho, ni en su niñez se planteó la posibilidad de considerar al Creador algo tan... Cercano a ella. La idea le incomodaba y más después de las dos ocasiones en las que tuvo el placer de presenciar cómo intentaba reducirle el cerebro a puré. La curiosidad procedía de una realidad simple, Arceus se trataba de una figura muy venerada en el mundo, una criatura omnipotente y sabia según la Iglesia respaldada de cientos de leyendas documentadas sobre sus actos piadosos. Quería averiguar si esos eventos fueron verídicos o si, por el contrario, el Original siempre fue monstruo encarcelado en una dimensión lejana e inaccesible.
Prefirió mantener ocultos los verdaderos motivos, no cuando una calma sin igual se apoderó del ambiente recién cargado de nostalgia.
—Puedo asegurarte de que habría querido conocerte desde el primer momento en el que te llevé a la torre —dijo sin miedo a equivocarse—. Padre era sabio, siempre sabía qué debía hacer en el momento idóneo. Anteponía el bienestar de los demás al suyo propio, y aunque han pasado eones, aún recuerdo las largas horas que pasaba tratando de ayudarnos a controlar nuestro poder cuando aún éramos unos cachorros. Su corazón no conocía maldad alguna y mucho menos podía albergarla. Cuando ocurrió el incidente con Gir- —se calló abruptamente, pero pareció rectificar al instante—. Con mi hermano, Padre jamás consideró destruirlo por su naturaleza violenta que desvío contra nosotros. Palkia y yo rogamos porque lo eliminara, cegados por un odio y unas heridas demasiado graves.
<<Me arrepiento de mi actitud en aquellos tiempos, Hona, desear la muerte de mi hermano mayor fue algo que a día de hoy no puedo perdonarme, entre otras muchas cosas —la muchacha no necesitó escuchar el resto de la frase para comprender de qué se trataba—. Pero Arceus se negó, se había revelado contra él y aunque no había logrado encajar ningún ataque, el daño emocional fue demasiado, continuaba siendo su hijo...
<<Tampoco castigó a Rayquaza tras el incidente del meteorito que por poco destruía el planeta. Ni a Zekrom, Reshiram o Kyurem cuando el dragón original se separó. O Yveltal cuando inició una batalla estúpida contra Zygarde. Ni siquiera a los primeros humanos que se atrevieron a intentar controlar a un legendario —Dialga se retorció en el sitio, incómodo. Ceb descendió poco a poco, sentándose sobre la cabeza de su padre—. Siempre estaba dispuesto a ayudar a cualquier ser vivo falto de ayuda. Se manifestó en pueblos atacados por la hambruna para ayudar a florecer los campos y volver los cultivos ricos en nutrientes.
<<Acabó con incontables guerras amenazando con aniquilar cualquier especie de la faz de la tierra. Permitió la huida de humanos y Pokémon considerados esclavos. Facilitó el camino para la comprensión entre ambas especies. Ordenó a Suicune crear ríos y lagos ahí donde el agua escaseaba. A Groudon crear enormes montañas para dividir territorios enemigos y aislarlos los unos de los otros. A Jirachi escuchar los deseos de los mortales y brindarles esperanza en los momentos más oscuros. A Shaymin enseñar gratitud. Al trío espadachín cuidar a los necesitados.>>
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Lo no contado. [Pokémon]
FanfictieEl mundo siempre se ha visto azotado por calamidades de gran calibre que dejan un rastro de muerte allá donde pasan, desde grupos tratando de hacerse con legendarios para someter a la población, hasta éstos mismos dioses arrasando ciudades en sus co...