Ciudad Endrino (II).

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Inclinándose hacia delante, Hona apoyó las manos en las rodillas, intrigada por el agujero ahora sellado excavado por Garchomp, una medida de contención contra el Bagon deformado que, de manera inesperada, evolucionó a Shelgon. El Pokémon rival cayó debilitado tras ser golpeado por un poderoso Garra Dragón seguido del Excavar que lo mantenía preso bajo tierra. No moriría ahí abajo, pero en el caso de despertar, seguramente la oscuridad absoluta lo aturdiría, ralentizando cualquier plan de escape. Además, su entrenador lo liberaría en cuanto él también se recuperara del Drenadoras de Seedot.

O al menos eso quería pensar la chica.

No fue un combate sencillo, ni mucho menos. Los entrenadores no tardaron en identificarse como Corazones, los encargados de proteger tanto a los débiles como al patrimonio de la crueldad del mundo. Se lanzaron directos al combate cuerpo a cuerpo, revelando cuchillos de hojas recién afiladas. Al grupo se le heló la sangre, por suerte consiguieron reaccionar a tiempo.

Los puñetazos volaron en todas direcciones, interrumpiendo las trayectorias de las cortadas apuntando a zonas vitales, varias heridas se abrieron permitiendo el flujo de sangre. Umbreon le dio el golpe de gracia al último de los Dedos después de que el hombre cargara contra ella dispuesto a rajarle el estómago, lanzando un Bola Sombra directo a la cabeza.

El segundo Corazón cayó inconsciente poco antes. Enzo se encargó de arrojarlo al suelo haciendo uso de sus movimientos rápidos y difíciles de seguir. El Dedo ni siquiera tuvo la oportunidad de procesar quién lo golpeó cuando Ali se lanzó sobre él y le dio un golpe en la nariz.

Seedot corría lleno de energía entre sus piernas orgulloso de la proeza, a rebosar de la energía robada del Dratini debilitado con la ayuda de Furfrou. La Pokémon no se mostraba muy contenta teniendo el pelaje cubierto de tierra. Lucario se encargó de Bagon, aun así, Garchomp decidió encerrarlo en un agujero hueco al evolucionar.

Colocándose en jarras frente a la entrada a la cueva, Enzo aspiró profundamente, embriagándose del olor a humedad y antigüedad procedente del interior. Las antorchas, a diferencia de las del exterior, colgaban de las paredes en hebillas de metal oxidado. Lucario y Garchomp se alzaban junto a elle, atentos a cualquier sonido extraño.

—Hey, seguro que ese Shelgon está bien —Alissa se colocó a su lado, pasándole la mano por la espalda en una caricia lenta.

Hona no se atrevió a incorporarse, temerosa de romper ese toque mágico. La piel se le erizó al sentir las uñas pasándole sobre la nuca hasta enrollarse en los rizos.

—No estoy preocupada por Shelgon —culpó a la adrenalina de la falta de oxígeno—. Lucario y Garchomp le han dado una buena paliza, pero no morirá. Muchas veces los Pokémon de esta especie se entierran por voluntad propia mientras esperan a que sus alas se desarrollen del todo. Y bueno —puso una mueca de asco, percatándose del hedor de ese líquido dorado corrompiendo el aire—, la baba lo cubría, ya hemos visto que esa cosa puede hacer que los Pokémon se sigan moviendo incluso con las tripas fuera.

—¡Y vosotras no teníais fe en mi plan! —Enzo se giró de un salto sacando pecho. Las llamas le iluminaban esos dientes perfectos—. Todo ha salido a pedir de boca, ya hemos descubierto que aquí tenemos Dedos —se crujió los nudillos. Lucario sacudió las orejas ante ese desagradable chasquido.

—De acuerdo, ¿qué hacemos ahora? —Hona se enderezó, ignorando la sensación de vacío en el estómago que dejó Ali al apartarse y tronarse el cuello.

—Entramos. Nos hacemos con la tabla sin que nadie nos descubra. Se la devolvemos a los legendarios —numeró le chique contando con las manos. Garchomp meneó la cabeza—. Ali vendrá conmigo, ¡seguro que podemos sacarle partido a lo pequeña que es! —si las miradas pudieran matar, Enzo se habría convertido en una montaña de cenizas, sobre todo teniendo en consideración que Ali tan solo medía un par de centímetros menos en comparación—. Hona, tú te quedas aquí.

Lo no contado. [Pokémon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora