El Lago de la Furia.

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La tormenta continuaba azotando las calles de Pueblo Caoba, arrastrando junto a las fuertes corrientes de aire frío una atmósfera de tensión. Asegurando la mochila a la espalda una última vez, la joven cruzó las puertas automáticas del hospital, escondiendo el rostro debajo de la capucha de la chaqueta. Media docena de nuevas rasgaduras la estropeaban, debería cubrir con los parches de su colección personal. Le sorprendió que nadie se fijara en ella, sobre todo por el cabrestante azulado sujetándole el brazo envuelto en vendas y yeso. Agradeció la presencia de esos materiales, temía descubrir el desastre de debajo de la capa de algodón.

El viento estuvo a punto de derribarla en cuanto dio el primer paso fuera del refugio del edificio, zarandeándole de la ropa con una fuerza abrumadora. Ahora comprendía el por qué nadie se atrevía a salir a la lluvia y preferían esperar en recepción a ser recogidos. Sacudió la cabeza, no se podía permitir el lujo de perder un tiempo valioso. Se aseguró de proteger el huevo entre ropa una última vez antes de cerrar la cremallera de la chaqueta y esconder el brazo en ella.

Umbreon aulló preocupado, apegándose a las piernas de su compañera en lo que parecía un intento en brindarle algo de calor. Hona le devolvió una sonrisa cálida.

—Otra vez tú y yo contra el mundo, ¿eh, colega? —le susurró aferrándose al gorro en vano, las gotas de lluvia frías como el hielo se le deslizaban a lo largo de la cara enrojecida, empapándole el cabello. Umbreon agachó las orejas finalmente proporcionadas al resto del cuerpo—. Como cuando todavía éramos unos mocosos. Venga, anima esa cara, ahora no estamos solos, tenemos a Seedot, y Ali y Enzo nos esperan en el lago —quiso seguir andando, sin embargo, el fiel Pokémon se interpuso en el camino, dedicándole una mirada de reproche. Esas palabras no parecían surtir efecto en él, tampoco podía culparlo, al fin y al cabo, fue el propio Dialga el que le encomendó protegerla de cualquier riesgo desde que salió del cascarón. Incluida la propia estupidez y testarudez de la chica—. No te preocupes por mí, ¿vale? No me va a pasar nada malo si estoy contigo —Umbreon lanzó un ladrido, provocándole un escalofrío en la espalda—. Tú me salvaste del ataque de ese Golbat, ¿a que sí? —asintió entrecerrando esos ojos rojos del color de los rubíes—. Entonces no tienes de qué preocuparte, ahora eres más fuerte que antes, seguro que no tendremos ningún problema.

El Pokémon de pelaje negro como la noche empezó a negar de un lado a otro, librándose de las lágrimas efímeras a punto de traicionarlo. Luego, se levantó en las patas traseras, apoyando las delanteras encima de la muchacha, quien se mostró inexpresiva al ver la marca húmeda de las huellas en la única zona seca de la chaqueta. Ensuciarse no le importó en ese momento, pues sentía el corazón despedazándose a cada gimoteo lastimero del cánido.

Umbreon parecía contarle algo al borde del llanto, desgarrándose la garganta entre gritos desesperados. Hona habría entregado su propia vida si eso implicaba comprenderlo, así conseguiría consolarlo de la mejor forma posible.

Los labios se le torcieron en una expresión temblorosa mientras se arrodillaba ante él, apoyando la mano sana entre las orejas alargadas, acariciando el suave e impermeable pelaje. Tantos años conviviendo únicamente con Pokémon no parecieron ser suficientes.

—Estás intentando hablarme del incidente del Golbat, ¿verdad? —dijo en un tono quebradizo. El Pokémon apretó los colmillos, observándola fijamente—. No te martirices por eso, no fue culpa tuya, seguramente metí la pata en algún momento y tuviste que venir a salvarle. La que debería disculparse soy yo, colega, siempre ando hasta el cuello de problemas y eres tú quien me tiene que ayudar a salir de ellos —no le dio la oportunidad de replicar—: Prometo darte unas vacaciones más que merecidas cuando todo este caos termine —la risa fue amarga, no obstante, lo envolvió en un cálido abrazo torpe. Las suaves caricias en el lomo parecieron reconfortarlo un poco—. Olvídate de lo que sea que pasó en la cueva, igual que he hecho yo —el pisotón de Umbreon la salpicó—. Pasara lo que pasase, lo hiciste genial, no lo olvides. Deja de culparte por el incidente, o por los futuros incidentes que me pasarán en el futuro, ninguno va a ser culpa tuya, ya sabes que siempre he sido una chica escurridiza. Siempre voy a quererte, ¿vale? Venga, en macha —se incorporó poco a poco, alejándolo con sumo cuidado—, nuestros amigos nos están esperando.

Lo no contado. [Pokémon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora