Si la vida te da un cubata... (I)

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La capital recibió al trío en su característica mala baba. Los coches pitaban furiosos después de pasar junto a ellos a máxima velocidad, amenazándolos en arrollarlos si se acercaban demasiado al límite de la acera. Los transeúntes, como de costumbre, caminaban deprisa, como si estuvieran en una carrera contrarreloj, simplemente se limitaban a esquivarlos cual montón de basura. ¿Y si por algún motivo chocaban contra alguno sin querer? Durante el año que Hona vivió ahí, aprendió a prepararse para una pelea a gritos, rara vez a golpes.

La tensión se palpaba en el aire, ya no solo a causa de la excesiva contaminación del lugar, sino por el estrés que venía de la mano con el inicio de las vacaciones. Varias personas corrían junto a sus Pokémon cargando maletas de plástico endurecido hacia una fila de taxis mal estacionados que entorpecían el paso de los autobuses, los únicos vehículos capaces de acceder al centro de Trigal, aparte del metro.

—Vale, ¿cómo lo hacemos? —dijo Antón en cuanto salió de la casa, un edificio abandonado en mitad de un solar abarrotado de plantas secas y ruedas negras.

—Yo tengo que ir al Centro Pokémon —le respondió Hona aún abrumada de rabia—. Quiero asegurarme de que Seedot está bien.

—¿No decías que con solo las pociones y las vendas iba bien? —Ali se cruzó de brazos y arqueó la ceja.

—¡Sí, lo dije! —tomó una bocanada de aire, uno mucho más contaminado en comparación al del bosque o al de Ciudad Cerezo. Lo único que le pasaba en esos momentos por la cabeza era alejarse de ahí e intentar enterrar los nervios aflorados en el inesperado reencuentro—. Procuré limpiarle las heridas con las pociones, sí, pero quiero que le hagan una revisión. ¿Y si está enfermo? ¿Y si esa baba tiene algún efecto secundario que lo haga enloquecer? —se aclaró la garganta—. Prefiero no arriesgarme, la verdad.

Los tres se callaron al momento, a juzgar por el rostro serio de Antón, parecía barajar unas posibilidades que no consideró hasta ese momento. Hona se acomodó la mochila a la espalda, los objetos del interior se agitaron ruidosamente.

—Que Ali me acompañe al Centro Pokémon —propuso la joven—, total, si Blanca y tú vais a tener una reunión de líderes de gimnasio, nosotras no podremos pasar.

—Seguramente Blanca querrá escuchar vuestras versiones —Antón ladeó la cabeza, permitiendo que sus mechones morados cayeran sobre los hombros.

—Soy plenamente consciente de ello, pero a la reunión que vais a tener ahora no estamos invitadas —Ali se colocó junto a su amiga, tomándola del brazo. Hona la miró durante unos breves instantes, esperando al nudo de la garganta que siempre se le formaba cuando la tenía tan cerca, pero no acudió, solo permaneció el enfado—. Por primera vez en su vida, Hona tiene razón.

—¡Oye!

—Escucha, si nos necesitas, seguramente vamos a estar en el piso de Rex —continuó Ali haciendo caso omiso—. Nos llamas a mí o a Hona y ya nos vas diciendo, ¿vale?

Antón asintió no muy convencido, añadiendo al mismo tiempo:

—Si por algún motivo me tengo que volver directo a Azalea, que sepáis que me ha alegrado mucho veros de nuevo —una sonrisilla estúpida se le dibujó en el rostro, iluminando los enormes ojos lila. Aquella misma sonrisa no tardó en extenderse a las otras dos como una enfermedad contagiosa.

—¡No me seas, que sabes perfectamente que siempre puedes llamarnos para venirte unos días al piso! —Ali se llevó la mano libre al pecho a modo de falsa molestia, sacándole una risa agotada a Antón.

—Ya lo sé, pero un líder de gimnasio no tiene vacaciones...

—Siempre podemos hacer unos chanchullos para que cierren el gimnasio unos días —comentó Hona algo más aliviada—. ¿Simulamos un robo? Eso se nos da bastante bien—el recuerdo de las señales de tráfico amontonándose en el piso a modo de trofeo le vino a la mente—. A lo mejor se puede llamar a Kep para que sabotee las tuberías y se inunde el edificio.

Lo no contado. [Pokémon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora