Por supuesto que reencontrarse no se trataba del único motivo por el cual Palkia decidió visitarla. Cuando al fin regresó junto a Enzo y Ali, se encontró de frente con un nuevo objetivo; la tabla escondida en la caverna de Ciudad Endrino, lo cual implicaba volver a hacer el camino a través de la Ruta 44 una tercera vez y en esa ocasión, cruzar la Ruta Helada donde el hielo se extendía en su máximo esplendor, ofreciendo el hogar perfecto para los Pokémon afines a esas condiciones. Gritó en el preciso instante en el que su amigue cerró la boca, curvando los labios en una sonrisa inquieta, se sorprendió al escuchar una conversación en la mente:
—¿¡No se lo has dicho!? —exclamó Giratina, no alcanzaba a escuchar con claridad, aunque seguramente estaría preparando un Golpe Umbrío.
—¡No quería llevarla al límite! —le respondió Palkia probablemente escondiéndose detrás de un robusto Protección.
El interior de la Ruta Helada era aún peor de lo que la joven esperaba. Tanto el suelo como las paredes se encontraban recubiertas en una gruesa capa de hielo capaz de reflejar hasta el alma de una persona. Ni siquiera las estalactitas o estalagmitas lograban escapar de la crueldad de las bajas temperaturas, criogenizándolas hasta la llegada del apocalipsis destinado a limpiar las impurezas del mundo mencionado en los libros antiguos. Varios puntos de control fueron excavados en las paredes, ofreciendo un refugio provisto de deliciosa comida casera y estufas imitando las agradables temperaturas del verano. Hona empezó a echarlas en falta en cuanto puso un pie en el interior del complejo sistema de cuevas. Los chillidos de los Zubat y Golbat rebotaban sin control contra los muros, retumbándole en los oídos, atrayendo una avalancha de recuerdos turbulentos.
Desesperada en mantener el calor, se arrebujó en la chaqueta alquilada en el puesto de la vía principal a la caverna, la última línea de defensa contra jóvenes entrenadores desbordados de la emoción de enfrentar a la líder de Endrino que olvidaban por completo prepararse para afrontar un cambio de clima tan extremo. Esos comercios se encontraban distribuidos a lo largo de las entradas y salidas más transitadas, los precios de las prendas no eran demasiado elevados, incluso devolvían el dinero completo si la entregabas sin desperfectos.
Ali y Enzo, conscientes de la terrible incomodidad de su amiga, no dudaron en colocarse a ambos lados hasta el punto de diferenciar los aromas procedentes de cada uno. Reconoció el dulce perfume de Ali, quien se aferró a su brazo izquierdo y después entrelazó los dedos con los suyos, provocándole una sonrisa que Hona ocultó de milagro. Se trataba de uno caro, sin duda, una mezcla de vainilla, lirios del valle, cardamomo y rosa centafolis, un aroma propio de las bellezas protagonistas de antiguas leyendas.
Enzo, quien optó en pasar el brazo sobre los hombros de la chica en un abrazo protector, evitando cualquier tipo de roce en el lado derecho, transportaba consigo el olor del invierno eterno de Sinnoh mezclado con la sal del canal que le daba nombre a su ciudad natal, a las piñas siendo pateadas como balones de fútbol y los abetos de agujas afiladas bañando el horizonte de la región, a castañas asadas y palomitas saladas recién sacadas del microondas.
—Ya llevamos varias horas caminando, ¿os apetece parar en uno de los puestos de control? A Hona ni le pregunto porque seguro que lo está deseando —dijo Ali en voz baja tratando de no llamar la atención de miradas indeseadas.
Los estragos de las feroces batallas seguían frescos, desde zonas donde el hielo fue arrancado de cuajo, hasta enormes boquetes en las paredes. El hedor de la podredumbre y la baba dorada brotaba incansable del interior de las grutas alternativas cerradas mediante barrotes robustos cubiertos de pedazos de tejido deformado al que el trío se negó a acercarse, aunque los guardias acompañados de enormes Pokémon como Arcanine, Ninetales, Machamp y Lucario tampoco lo habrían permitido. Hona le gruñó por lo bajo.
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Lo no contado. [Pokémon]
FanfictionEl mundo siempre se ha visto azotado por calamidades de gran calibre que dejan un rastro de muerte allá donde pasan, desde grupos tratando de hacerse con legendarios para someter a la población, hasta éstos mismos dioses arrasando ciudades en sus co...