Aquella era la primera vez en años que volvía a adentrarse en la Sala Origen y nada había cambiado en absoluto, ni siquiera las implacables garras del tiempo lograrían ejercer autoridad en ese lugar. La plataforma de cristal se iluminó en cuanto sus patas cayeron en ella, activando casi al instante un manantial de luz líquida dorada que se extendió a lo largo de los surcos tallados, formando un patrón únicamente visible en los primeros templos erguidos a manos de los humanos o en las páginas amarillentas de libros ubicados en bibliotecas mitológicas. Un patrón utilizado para representarlo en el mundo.
Giratina lanzó un vistazo fugaz a todo lo que lo rodeaba. Contempló las estrellas de plata abriéndose paso en la oscuridad del basto universo, las galaxias en espiral deslizándose en el vacío, las hermosas nebulosas compuestas de llamativos azules hasta preciosos marrones, los planetas variopintos junto a sus lunas, soles o anillos.
Nunca se cansaría de contemplar ese paisaje armonioso y tranquilo.
Por el rabillo del ojo se percató de las amplias gamas de color empezando a iluminar aquella sala originada en lo que los humanos conocían como el supuesto "centro del universo". Sin embargo, solo se permitió alzar la cabeza cuando una luz rosada y que conocía muy bien se manifestó a su izquierda.
Palkia, el menor de los tres hermanos, apareció del interior de un portal de tonos púrpuras, creando un eco bastante audible después de dejarse caer en su plataforma, al igual que las demás, a una distancia prudente del siguiente legendario. Durante la creación de ese habitáculo, Arceus no quiso correr riesgos e instaló a modo de protección extra unas barreras de energía que permanecían siempre activadas e invisibles. De cierto modo se encontraban en celdas confeccionadas por quien el trío de la creación llamó alguna vez <<Padre>>.
El dragón blanco no se encontraba en un estado favorable desde los accidentes con la cadena roja y el Equipo Galaxia. De no haber sido por su propia intervención, probablemente ese condenado humano habría aniquilado el mundo. El legendario se fijó un poco más en su hermano, en las zonas en las que las escamas todavía seguían marcadas e incluso agrietadas por la quemadura de los eslabones, sus ojos rojos normalmente resplandecientes reducidos a una versión apagada de lo que alguna vez fueron. El proceso de recuperación sería agotador, confiaba en que su hermano saldría a delante, aunque sospechaba que su escasa confianza hacia los humanos se desvaneció al completo y no regresaría jamás.
Agachó la cabeza, buscando una manera eficaz de ayudarlo a superar las secuelas del dolor físico, mental y emocional al que fue arrastrado por esa escoria. Pero los años de encarcelamiento en su propia dimensión acabaron pasando factura, y a pesar de que al fin consiguió recuperar el lazo que previamente los mantuvo unidos, ya no sabía cómo actuar en esas situaciones.
Abatido, dejó caer las alas mientras emitía un gruñido leve en la dirección del otro dios. Palkia respondió de la misma forma antes de mirar hacia la plataforma que quedaba justo a la derecha del dragón de la antimateria, una apagada, lejana y solitaria. Ambos hermanos esperaron a que Dialga apareciera en ella de la nada, libre al fin de aquellos quienes lograron capturarlo mediante una réplica superior a la Cadena Roja, tal vez un poco herido, mas a salvo.
Sus deseos no se cumplieron. Al igual que los otros legendarios que esperaban a sus amigos, rivales o familia. La enorme plataforma central tampoco se iluminó, aquella que en algún momento perteneció a un Arceus pacífico, amable y benevolente, lo opuesto a la criatura ahora sellada en una habitación oculta en las bautizadas Ruinas Alfa.
—Parece que ya estamos todos —le comentó a su hermano mediante telepatía.
Palkia dio un paso al frente, siendo él quien llevaba la voz cantante como de costumbre. Al fin y al cabo, Dialga jamás abría la boca durante las reuniones programadas cada pocos cientos de años, una forma de evitar la repetición de accidentes de semejante magnitud como el derrumbe de la Torre del Tiempo o la colisión del meteorito. Y por su parte... Las demás deidades se negaban a escuchar las palabras de alguien sobre cuyos hombros reposaba el peso de la traición.
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Lo no contado. [Pokémon]
FanfictionEl mundo siempre se ha visto azotado por calamidades de gran calibre que dejan un rastro de muerte allá donde pasan, desde grupos tratando de hacerse con legendarios para someter a la población, hasta éstos mismos dioses arrasando ciudades en sus co...