Bonus #3

6 0 0
                                    

Una nube roja teñía el cielo de la tierra oculta. Incontables rayos de energía descontrolada escapaban de su interior, mientras furiosos truenos amenazaban con ensordecer a la pequeña hada. Sin embargo, Celebi no podía dejar de volar detrás de su padre en un intento de tranquilizarlo.


Dialga estaba totalmente fuera de sí, a duras penas conseguía mantener la cabeza en alto. Las patas le temblaban, amenazando con ceder de un momento a otro y arrojarlo de bruces contra el suelo. Ríos de energía azul líquida corrían entre sus colmillos, dejando a su paso charcos cuya superficie reflejaba la tormenta.


—¡Papá, te tienes que calmar! —gritó Celebi a través de telepatía, deteniéndose frente a él. Los ojos del dragón, siempre amables con ella, ahora lucían un breve destello de locura y desesperación—. ¡La Torre del Tiempo se va a venir abajo, tenemos que ir a por los Engranajes del Tiempo cuanto antes!


La torre se estremeció, aullando cuando profundas grietas treparon a lo largo de sus muros y arrancaron grandes trozos de roca. Dialga lanzó un rugido agónico, protegiendo a su cría del temblor al ocultarla en su pecho. Celebi se llevó las manos a la cabeza, tratando de calmar las migrañas que llevaban torturándola desde que el tiempo comenzó a descontrolarse. Ella y su padre trataron de recuperar el flujo normal, investigar el origen del problema y arrancarlo de raíz. Pero nunca se imaginaron que el problema sería la mismísima torre.


—No queda tiempo. Debes marcharte. Este lugar no es seguro —habló con voz ronca, adolorida.


—¿¡Y qué hay de ti!? ¡No pienso marcharme sin ti! —le reprochó, volando de nuevo hasta quedar a su altura. Dialga bufó.


—Yo me quedaré aquí. Tengo que asegurar que el tiempo no se corrompe. Es mi deber como la encarnación del tiempo. Y asegurarme de tu salud es mi máxima prioridad como padre. ¡Márchate y no mires atrás!


Celebi sacudió la cabeza con violencia.


—¿¡Te olvidas de que el tiempo también es mi elemento!? ¡Este es mi hogar, tú eres mi padre, no pienso abandonarte!


El silencio se impuso entre la pequeña familia durante cuatro segundos y medio en los que sólo el aullido del viento parecía escucharse.


—Oh, hija mía, yo no te eduqué para que fueras tan testaruda —se lamentó el dragón dándole un suave empujón con el hocico. El hada rio complacida.


—Lo heredé de ti.


—De acuerdo, ve y busca los Engranajes del Tiempo. Colócalos en el altar cuanto antes. Pero Celebi, si el tiempo se detiene, no vuelvas, huye lo más lejos que puedas y escóndete, ¿lo has comprendido?


—Sí, papá —le ofreció una sonrisa comprensiva—. Pero no te preocupes, todo irá bien, volveré lo antes posible y la torre estará salvada.


—Bien... Ahora, ve, yo intentaré mantener la estructura lo máximo posible.


Lejos. Dialga necesitaba que su hija estuviera lo más lejos posible. Debía evitarle un trauma que no cicatrizaría jamás, que la acompañaría durante toda su vida. Cuando su cachorro desapareció tras un portal, dejó escapar un rugido ensordecedor, portador de todo el dolor que reprimió hasta ese momento.


Ya no había nada que hacer. Dialga solo podía rezar porque su cría estuviera a salvo de la locura que lo consumiría siete minutos después.


Cuando Celebi regresó desobedeciendo las órdenes de Dialga, el mundo ya se tiñó de gris. El murmullo de los ríos cesó, el baile de las hojas en los árboles se detuvo y las gotas de rocío quedaron suspendidas en el aire. Cuando Celebi regresó, el lugar en el que nació estaba en ruinas. Cuando Celebi regresó, no encontró a su padre. Cuando Celebi regresó, fue demasiado tarde. Cuando Celebi regresó, el monstruo ya había sido liberado, la pesadilla acababa de comenzar.

Lo no contado. [Pokémon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora