La Torre Bellsprout

18 5 0
                                    

*Banda sonora del Mundo Misterioso en bucle*

***

Por primera vez en semanas, fue el calor sofocante quien acabó despertándola y no la condenada alarma o los gritos de los vecinos. El día de ayer pensó que ese despertar sería el más feliz de su vida, libre de cualquier responsabilidad que no fuera ayudar a limpiar su hogar durante las mañanas y disfrutar el resto de las horas como si fueran las últimas. No obstante, el mismo enojo de todas las mañanas la recibió con los brazos abiertos, junto a una ligera migraña y un hueco en el estómago que tan solo se saciaría con un tazón de café negro, acompañado de cereales rancios.

La muchacha trató de revolverse en busca del frescor de la sombra de los árboles, moviéndose a ciegas a pesar de los incansables rayos del sol atravesándole los párpados, farfullando mil y una maldiciones al peso presionándole el estómago que le impedía moverse a placer.

—Eevee —dijo con la voz ronca después de cubrirse el rostro con el brazo, desesperada en regresar a las sombras. El Pokémon no contestó—. Eevee, hace mucho calor, quítate.

Intentó quitárselo de encima a base de débiles empujones que tan solo conseguían balancearlo unos milímetros, tratando de arrojarlo al saco de dormir aislándolos del frío rocío. Su compañero suspiró de manera exagerada ante esas acciones fútiles, clavando las garras en la camiseta del pijama mientras torcía los labios en una sonrisa burlona.

Hona acabó aceptando la derrota en un bufido agotado.

—Eres un trozo de mierda, ¿lo sabes? —Eevee ladró orgulloso—. No era un halago.

Estiró la mano hacia la mochila, apartando sin preocuparse por las pertenencias mal dobladas en el interior. Reconoció el helor de la botella metálica mordiéndole los extremos de los dedos, el túper lleno de ensalada de pasta y los picos del tenedor de plástico. Una mueca victoriosa le iluminó el rostro cuando al fin encontró el teléfono, sacándolo con cierta dificultad debido a las camisetas enrolladas en él. La pantalla agrietada se iluminó en una explosión de luz, cegándola durante unos instantes. Un quejido involuntario le escapó de la garganta y los ojos le ardieron.

El móvil estalló en notificaciones, la gran mayoría de su hermano, que decidió ignorar y no contestar hasta pasadas las horas necesarias para asimilar que acababa de despertar. Poco a poco, los números borrosos fueron adquiriendo las características formas nítidas y perfiladas, perfectamente medidas, de la tipografía predeterminada. Frunció el ceño al ver la hora marcada en la pantalla: las ocho menos diez.

—Mierda. Ali, levántate ya si no quieres estar andando con el sol de media mañana y sin sombra. 

El camino hacia Malva no fue demasiado largo, apenas un par de horas a través de campos salpicados de rocío e infinitas arboledas extendiéndose hasta rozar el horizonte

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El camino hacia Malva no fue demasiado largo, apenas un par de horas a través de campos salpicados de rocío e infinitas arboledas extendiéndose hasta rozar el horizonte. Los Pokémon comenzaban a salir de sus madrigueras en busca de algún campista lo suficientemente torpe al que robar el desayuno, las aves piaban alegremente antes de alzar el vuelo a un cielo despejado. De vez en cuando, las amigas se cruzaban con grupos de excursionistas que, como ellas, no quisieron arriesgarse a avanzar durante la noche y prepararon un pequeño campamento. Afortunadamente, ninguno ardía en deseos de un combate.

Lo no contado. [Pokémon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora