—Me juego el brazo a que eso es una mano —dijo Hona antes de llevarse un trozo de patata picante a la boca.
—Yo creo que el antídoto te está haciendo demasiado efecto —le respondió Enzo después de darle un trago largo al refresco. El hielo flotante tintineó contra el cristal—. Ahí veo un Ekans.
Umbreon apartó la cabeza de su cuenco a rebosar de croquetas Pokémon, lanzándole a Enzo una mirada de indiscutible reproche.
—¡Tiene dedos, Enzo! —le recriminó clavando el tenedor en la siguiente patata embadurnada en esa salsa—. ¡Tiene cinco dedos en cada mano! ¡Y hay muchas manos, esto parece un mapa sacado de un videojuego de terror psicológico!
—¡Me estáis poniendo los pelos de punta, callaos de una vez! —Ali frunció el ceño. Hona no tardó en percatarse de un repentino temblor estremeciendo a su amiga. Furfrou ladró en favor de su entrenadora.
—Vale, vale, ya paramos —refunfuñó apoyando la cabeza en una mano—. Pero Enzo tiene que admitir que tengo razón.
—¿¡Ah!? ¡Eres una falsa, Hona, ¿me oyes!? —Enzo apenas conseguía contener la risa—. ¡Eres más falsa que un Mimikyu!
La chica se llevó la mano abierta al pecho, poniendo una falsa mueca de ofensa. Sin embargo, el grupo estalló en carcajadas que no atrajeron la atención del resto de clientes del bar.
Tres días transcurrieron desde el incidente de los Dedos, y aunque el pueblo necesitaba tiempo para recuperarse, los habitantes trataban de recuperar la normalidad. Los especialistas no tardaron en comenzar los arreglos de los edificios vandalizados, limpiando los grafitis, cubriendo los agujeros, reconstruyendo los muros derruidos.
La policía arribó poco después de la expulsión de los Dedos, pero Hona sospechaba que, como de costumbre, no investigarían nada, archivarían el caso y borrarían cualquier pista de la presencia de esos infelices.
La tabla seguía en paradero desconocido, además de continuar sin recibir ninguna clase de indicación por parte de Giratina o Xerneas. De cierta forma eso la aliviaba, tal vez al fin regresaría a la monotonía del día a día, cualquier cosa le resultaba más atractiva que participar en los planes de los dioses. Necesitaba sumergirse de nuevo en la mentalidad de unas vacaciones bien merecidas.
—¡Yo no soy una falsa, solo digo que tengo razón, como de costumbre! —Hona esbozó una sonrisa felina mientras Enzo tomaba un trozo de pan y la señalaba.
—¿Sí? ¿Como en esa ocasión en la que fuimos a acampar, llevabas el mapa completamente del revés y acabamos completamente perdidos?
—¡Oye, eso ha sido un golpe bajo!
—Pero, ¿y lo mucho que nos reímos? —carcajeó Enzo antes de darle un trago largo al refresco. Gotas de agua se deslizaron elegantemente a lo largo de la superficie de cristal, cayendo en la mesa de plástico.
—Yo no me reí para nada —bufó Ali—. Estuvimos horas andando en círculos cargando con todas las mochilas, provisiones para una semana, tiendas de campaña y noventa botes XL de los repelentes más potentes del mercado para mantener alejados a los Pokémon salvajes.
—Ay, qué rencorosa eres, Ali. Errar es humano.
—Eso, y acuérdate de que luego tiramos a Hona al lago como venganza —Enzo le dio un ligero golpe en el hombro, ganándose una mirada de fastidio de la joven de Kalos.
—Ah, sí, parece que el mundo tiene la horrible costumbre de tirarme al agua en contra de mi voluntad —dio varias vueltas al tenedor manchado de salsa picante—. Primero empezó mi padre —un nudo se le formó en la garganta al recordar al dragón—. Luego fue mi madre. Cuando ya me hice demasiado mayor, la sustituyó el imbécil de mi hermano, quien a día de hoy, por cierto, lo sigue haciendo. Y después vino Enzo.
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Lo no contado. [Pokémon]
FanfictionEl mundo siempre se ha visto azotado por calamidades de gran calibre que dejan un rastro de muerte allá donde pasan, desde grupos tratando de hacerse con legendarios para someter a la población, hasta éstos mismos dioses arrasando ciudades en sus co...