De mi ronco y mojado pecho

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El mocoso no había vuelto a casa. No era que se hubiese quedado casi tres horas mirando las pantallas, pero a las diez de la noche revisó las grabaciones y pudo saber que Jeon nunca regresó.

¿Debería preocuparse? Para nada.

Seguro estaba haciendo otra de sus rabietas o más probable aún, una broma. Eso era seguro, le había quitado el teléfono y en respuesta había intentado provocarlo para que volviese a encenderlo, al ver que no funcionó, seguro salió y se escondió por allí con el cometido de hacerlo pensar que de nuevo estaba en peligro.

Se burló del mocoso llegando a sentir pena ajena y apagó la computadora para hacer otras cosas que tenía pendientes.

No fue hasta que volvió dos horas después, que consiguió fruncir el ceño al ver que simplemente el chico no había vuelto. Para ser un berrinche, ya estaba yendo demasiado lejos, pues hacía frío y las estrellas habían sido cubiertas por un montón de nubes que lucían bastante amenazadoras.

Pero ¿y qué? El chico ya era lo suficientemente grande para saber lo que estaba haciendo, de modo que no era para nada asunto suyo, además no era ninguna niñera y mucho menos un guarura para andar al pendiente de Jeon.

Se fue a dormir intentando no pensar en eso, porque no tenía por qué, ¿cierto? Joder no tenía por qué preocuparse, pero si era así, ¿por qué estaba poniéndose los zapatos y agarrando un abrigo antes de caminar apresurado a la puerta? ¿por qué se subió a su auto y comenzó a conducir hacia allá?

Aceleró cuando las primeras gotas chocaron en su parabrisas, maldiciéndose por correr a la una de la madrugada en busca de un niño rata desconocido, sexy, torpe, bonito y maleducado. Llegó y dejó el carro estacionado de la manera más descuidada existente, ni siquiera quitó las llaves y salió corriendo al bosque con una linterna en mano y todo porque había comenzado a llover.

No tenía que ver hacia atrás, conocía ese bosque desde que tenía memoria; bastó con encender la linterna y adentrarse unos cincuenta metros en el bosque empapado para encontrar Jeon JeongGuk dormido en el agujero del tronco de un enorme árbol en busca de guarecerse de la lluvia, en lo cual fracasó porque nada en JeongGuk estaba seco. 

Agradeció que su abrigo tenía capucha y pasamontañas, así que levantó al chico en brazos y comenzó a caminar a la casa. Llevaba puestos unos shorts y una playera, así que pudo sentir la piel helada del menor, estando seguro de que al siguiente día estaría más resfriado que Candace. 

Durante el trayecto Guk despertó un poco, completamente desubicado porque juraba que hace un segundo estaba en el frío y mojado bosque pero ahora se hallaba en los brazos fuertes de un hombre desconocido, aunque no le disgustaba en lo absoluto.

En su estado, al borde de la hipotermia, no tuvo pudor al acurrucarse contra el pecho amplio de su salvador y rodearle el cuello con sus brazos, fue hasta entonces que éste supo que el chico había despertado, así que lo miró hacia abajo efímeramente y regresó su vista al frente antes de suspirar.

ㅡ¿Cuántas veces voy a tener que salvarte antes de que te vayas de aquí? ㅡla voz ronca del hombre vibró en su pecho y JeongGuk pudo sentirlo a la perfección, se había sentido bien.

El chico no respondió, tal vez ni siquiera logró escuchar lo que dijo el hombre, sólo volvió a cerrar los ojos y disfrutar del balanceo que se producía con cada paso que éste daba.

Cuando estuvo a pocos pasos de la casa, se detuvo en seco. No podía entrar o haría sonar la alarma al detectar ésta más de un cuerpo de calor. Caía una pesada lluvia y no había en dónde poner al mocoso. 

En cuestión de segundos determinó que lo más viable sería llevarlo a su coche para elevar su temperatura corporal antes de que entrase en estado de hipotermia. 

𝐆𝐚𝐦𝐞𝐫 𝐞𝐧 𝐩𝐫𝐨𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐬 | 🇹​🇦​🇪​🇰​🇴​🇴​🇰​Donde viven las historias. Descúbrelo ahora