Los padres de JeongGuk, al ver que su hijo no hacía nada además de jugar videojuegos, comer e ir al baño para poder seguir jugando videojuegos, deciden inscribirlo a un programa en el que será enviado a una casa en medio del campo la cual no tiene a...
ㅡCuando quieras pasa por él, estaré en casa todo el día.
ㅡVoy en camino, en dos minutos estaré allí.
SooYoung colgó la llamada y pisó con más fuerza el acelerador. En pocos minutos llegó a la casa de Uchinaga, presionando el timbre bruscamente y múltiples veces hasta que Giselle abrió la puerta. Choi se abrió paso sin siquiera saludar.
La menor sonrió divertida antes de cerrar la puerta y entrar junto a su invitada.
ㅡ¿En dónde está?
ㅡAh, ah ㅡnegó la japonesa con su dedo índice ㅡ. Primero lo primero, unnie. ㅡy ahora extendió su mano hacia SooYoung, quien rodó los ojos y suspiró, procediendo a sacar de su bolso dos enormes fajos de billetes verdes, lanzándolos al gran sofá negro y asustando al perro de la chica, el cual dormía sobre el respaldo.
ㅡTráelo.
Giselle sonrió encantadoramente y sacó de su bolsillo un teléfono, extendiéndoselo a la mayor, quien lo tomó apresuradamente.
ㅡUn gusto trabajar para ti, unnie. ㅡcanturreó la japonesa.
ㅡNi una palabra de esto a nadie, ¿entendiste? ㅡgruñó SooYoung, caminando de nuevo hacia la puerta.
ㅡ¡Omo! ㅡexclamó la de piel pálida, abriendo sus ojos muy grande y cubriéndose la boca con ambas manos, mostrando sus uñas largas y decoradas con todo tipo de adornos y sus dedos abrazados por varios anillos brillantes ㅡ¿De verdad me estás diciendo que no puedo contarle a nadie que la hermosa hija del presidente del grupo Y1 me contrató para una misión ultra secreta? ㅡhizo un puchero y fingió lloriquear ㅡEstaba tan emocionada por anunciarlo en mis redes.
SooYoung la miró enfurecida y caminó como fiera hacia ella, tomándola por el cuello de la sudadera púrpura que llevaba puerta y acercando su cara a dos centímetros de la ajena.
ㅡTe lo advierto, mocosa, no quieres meterte conmigo. Sabes bien que puedo hacerte desaparecer con sólo una llamada. ㅡsusurró.
ㅡ¡Oh! No, no, no ㅡcasqueó su lengua y negó tranquilamente con la cabeza mientras cerraba los ojos ㅡUnnie, no se supone que debas amenazarme ㅡse quejó como niña pequeña ㅡ. Tengo todo grabado ㅡse jactó tétricamente y levantó su brazo, haciendo que la manga del enorme buzo púrpura se corriera hacia abajo y dejara al descubierto una grabadora adheridasu brazoㅡ. Aquí ㅡmencionó, señalando su brazo ㅡy allá ㅡdijo, apuntando hacia el techo con su mentón. SooYoung miró hacia tal dirección y se encontró con una cámara.
ㅡPequeña mierda astuta... ㅡescupió con los dientes apretados, soltando bruscamente a la japonesa.
ㅡNo te preocupes, unnie, te daré esta fea grabadora para que tú misma la destruyas y también la tarjeta con las grabaciones de hoy. ㅡsonrió angelicalmente mientras se arreglaba la ropa ㅡ. Pero eso tiene cargos extra, y otros pocos súper extra por haber asustado a Tin... y otros poquitos ultra mega extra por haber arrugado mi buzo favorito.
SooYoung se carcajeó incrédula y aguantando su ira, sacó su móvil y en cinco segundos hizo un depósito a la chica, quien revisó su cuenta bancaria y, satisfecha, despegó la grabadora de su brazo y se la entregó a SooYoung, que se la arrebató para allí mismo la tiró al suelo y hacerla pedazos con su tacón, pisoteándola varias veces.
ㅡLa tarjeta. ㅡordenó.
ㅡDescuida, la cámara está apagada. Que tengas buen día unnie, cierra la puerta cuando te vayas. ㅡdicho eso, la japonesa tomó a su pekinés en brazos y subió las escaleras a su habitación, dejando a Choi hirviendo en rabia.
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ㅡ¿Es el precio más bajo?
ㅡLo siento, no puedo negociar, no soy la dueña de esta consola.
ㅡNo se discute el precio. ㅡvociferó Mark desde la otra esquina del garaje mientras acomodaba en alteros los juegos de JeongGuk.
ㅡ¿Tú eres el dueño? ㅡpreguntó el chico que quería comprarla.
ㅡOjalá lo fuera, porque el dueño está dentro mirando la televisión y comiendo bolitas de queso.
ㅡ¿De verdad no puede bajar el precio?
ㅡViejo, sólo somos empleados, ¿la quieres o no? ㅡdijo Mark.
ㅡ¿Así es como tratan a mis clientes? Son muy malos vendedores. ㅡregañó JeongGuk, saliendo de la casa con una lata de soda en la mano derecha.
ㅡVen a vender tus cosas si no te gusta, lidiar con tacaños no estaba en el acuerdo. ㅡse defendió Mina.
ㅡ¿La consola es tuya? ㅡle preguntó el chico ahora a JeongGuk.
ㅡLo es. ㅡrespondió sonriente.
ㅡ¿Es el precio más bajo? ㅡvolvió a preguntar.
ㅡSí. La usé medio año solamente, está prácticamente nueva. ㅡaseguró antes de dar un sorbo a su refresco.
ㅡEs que el precio que le pones es casi igual al de fábrica...
ㅡEscucha, aquí no hacemos promociones, si la quieres págame y si no quieres pagar, entonces adiós.
ㅡ¡Qué amable, qué diferencia! ㅡexclamó con sarcasmo la chica.
ㅡNo le rezongues a tu jefe. ㅡdecretó el castaño y Mina rodó los ojos, procediendo a usar su teléfono.
ㅡ¡Oppa! ㅡllegó Somi, asustando a todos con su grito.
ㅡ¿Qué pasa? ¿No ves que estoy en medio de una venta importante?
ㅡTienes que venir adentro. ㅡinformó, preocupada.
ㅡ¿Por qué?
ㅡ¿Recuerdas al esposo de la señora Choi?
Cuando JeongGuk escuchó eso, su cara relajada cambió a una expresión rígida y amarga.
ㅡ¿Qué hay con él? ㅡpreguntó entre dientes.
ㅡLo acaban de arrestar. La señora Choi nos pide que vayas a la corte mañana a primera hora para testificar en su contra, tienes mucho que explicarles a nuestros padres.
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Agárrense la peluca porque se viene todo el salseo.