Capítulo 3: Una visita

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-Sam, ven y siéntate porque tenemos que hablar.- Javier ya estaba sentado detrás del enorme y sobrio escritorio.- Tengo tu contrato y quiero dejar claro ciertas cosas antes de que firmes.

Samanta aun estaba absorta con las vistas de la ciudad pero se limitó a asentir para luego sentarse en uno de los asientos de cuero frente al escritorio.

- Antes que nada. ¿Quieres tomar algo?.
- No gracias estoy bien, podemos empezar cuando quieras.- Pero pudo ver una sombra que oscurecía los ojos de Javier.
- Quiero que sepas que estaré aquí para ti siempre, no importa la hora o el día, solo llámame e iré a donde me pidas.
- No te preocupes por eso, hasta ahora me las he apañado bien.
- Sé que no actué a tiempo hace años así que no te presionaré para que me cuentes por lo que has pasado hasta el día de hoy.
- No hace falta que hagas nada Javier. Porque yo estoy bien.- Aunque acababa de decir esas palabras sabía que no eran verdad.

El silencio se hizo presente dejando que la tensión se apoderase de cada músculo de su cuerpo y la mirada de Javier parecía que podía atravesarla hasta lo más profundo de su alma no ayudaba. Sacando fuerzas de donde no las tenía se levantó del sillón con la intención de marcharse.

- Ha sido un error Javier, lo siento mucho.- Pero a quién quería engañar, no podía permitírselo, necesitaba ese trabajo pero recordarlo todo era mucho peor que pasar por la ruina total. De todas formas ya había estado antes en situaciones similares como aquella vez que casi se vio obligada a mendigar porque no tenía dinero ni para comer o la vez que la echaron de un apartamento porque no pagó el alquiler, pero sin duda cuando lo pasó peor fue la vez que vivió en un callejón durante dos semanas. De todas esas situaciones salió adelante y esta vez no sería diferente.- Gracias por ofrecer tu ayuda pero puedo sola. Pude sola y esta vez no será diferente.
- No te estoy obligando a nada.- Para Javier aquella situación era totalmente distinta a la que se había imaginado. En ella estaba una triste y asustada Samanta que aceptaba su ayuda sin más pero lo que no se esperaba era esa frialdad con la que le miraba.- Déjame ayudarte Sam.
- Ya me has ayudado. Me has hecho recordar que estuve todos estos años sola y sigo aquí. He estado en situaciones que tú jamás vivirás y espero de corazón que nunca tengas que vivirlas pero esto me supera. Te lo agradezco pero no puedo seguir, no quiero recordarle a él cada vez que te vea a ti.- Las lágrimas ya se deslizaban por sus mejillas y el deseo de salir de allí era insoportable.- Lo siento pero adiós Javier.- Salió tan deprisa que no pudo reaccionar a tiempo para detenerla.

Salió corriendo del apartamento con la esperanza de que no le siguiera. Cuando ya estaban a punto de cerrar las puertas pudo escuchar a Javier llamándola para que no se fuera y por un momento pensó que vería su mano por la rendija de las puertas al cerrarse pero no fue así. El ascensor tardó lo que para ella era una eternidad en llegar a la planta principal del edificio y cuando estuvo allí salió corriendo haciendo que todos se quedasen mirándola pero eso no le importó, solo quería llegar a su casa, a su lugar seguro y llorar hasta quedarse seca. Mañana ya pensaría qué haría para encontrar otro trabajo y si tenía que marcharse de la ciudad así haría.

No llevaba ni dos minutos en su piso cuando el teléfono empezó a sonar en su bolso. Samanta no quería mirarlo, sabía que sería Javier quien la llamaba pero no podía y seguía sin querer enfrentarse. Solo pensaba en lo estúpida que había sido en aceptar aquel empleo y sobretodo en ir a su apartamento aunque solo fuera con la excusa de firmar el contrato. Cómo podía haber sido tan estúpida.

Un pensamiento cruzó su mente y cada segundo era más atractivo. Tenía que marcharse de la ciudad, así por mucho que la buscase no daría con ella. Mañana ya hablaría con su casera, ella siempre se mostró como una mujer muy compresiva, estuvo ahí a pesar de que en ocasiones no podía pagarle el alquiler y esta vez no sería menos. Tendría que deshacerse de nuevo de todo aquello que no pudiera llevar en una maleta, eso para ella era lo peor pero con los años la convirtió en una persona muy práctica y nada acumulativa, por eso su apartamento parecía desolado. La mayoría de las cosas que había en el eran de segunda mano o estaban tan gastadas que en cualquier momento se desintegrarían. Eso nunca le importó. Con decisión entró a su habitación y sacó la maleta de debajo de la cama para ir metiendo poco a poco la ropa que de seguro se iba a llevar. No supo cuánto tiempo llevaba clasificando ropa cuando el timbre de su apartamento sonó sacándola de su ajetreada decisión.

-Un momento.- Al mirar por la mirilla se arrepintió de haber dejado claro que estaba en casa.- ¿Cómo has conseguido mi dirección?
- Sé que no querrás oírlo pero te he seguido. Llevo más de una hora sentado en el banco hay en frente decidiendo las palabras que te iba a decir.- Samanta pudo escuchar como Javier apoyaba la cabeza en la puerta.- Por favor, ábreme.
-Sabes lo qué pasó la última vez que alguien me dijo exactamente esas palabras y abrí la puerta.- Ambos se quedaron callados unos segundos.- No voy a abrirte Javier.
-Yo no soy él.
- Lo sé pero al verte le veo a él.
- No cambiarás de opinión y me abrirás verdad.
-No
-Bien, entonces me iré y no te molestaré más. Espero que te vaya todo bien Sam.

Los pasos de Javier se oían cada vez más lejos de la puerta y Samanta corrió a la ventana de la cocina donde se veía perfectamente la entrada de su edificio para ver si de verdad se marchaba o se había escondido en alguna parte. Cuando ya creía que eso había hecho, le vio salir con su traje gris y mirar una última vez la puerta por la que acababa de atravesar. Ese gesto no pasó desapercibido para Samanta que seguía mirando por la ventana hacia donde se había ido Javier. Una extraña sensación se adueñó de ella. ¿Tristeza?¿Desconsuelo?. Fuese lo que fuese consiguió que en el interior de Samanta se removiese algo.

De vuelta en su habitación se sentó en el borde de la cama y su mirada se depositó en aquel espejo de la esquina intentado descifrar sus verdaderos sentimientos. ¿Qué deseaba?. Realmente quería volver a pasar por todo aquello, por todo ese sufrimiento. ¿Hasta cuándo iba a seguir eludiendo todo ese dolor en vez de enfrentarlo?.

-Javier...- Se sorprendió bastante al pronunciar su nombre.- Estaré haciendo lo correcto.

¿Javier se habrá rendido con Samanta?. Sus intenciones al fin y al cabo no eran tan fuertes como para seguir insistiendo... o sí.

Enfrentándose al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora