Capítulo 4: Revelación

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La mañana llegó como siempre con los primeros rayos del sol entrando por las ventanas pero Samanta seguía con la vista fija en el techo de su habitación. No había dormido en toda la noche ni siquiera se quitó la ropa simplemente se metió en la cama poco después de la visita de Javier. Sentía que toda la fuerza y decisión con la que empezó a organizar la maleta se hubieran ido con él al salir por la puerta del edificio.

Todas sus cosas seguían en el mismo sitio, algunas esparcidas por el suelo otras en un montón desordenado en la maleta que estaba abierta a los pies de la cama. Samanta al incorporarse contempló todo ese caos se volvió a recostar en la cama haciéndose un ovillo. De todas formas no tenía nada mejor que hacer y su plan de escape podía esperar un poco.

Su estómago fue el encargado de traerla de vuelta, realmente estaba hambrienta y trataba de recordar cuando fue la última vez que comió algo. Pero no se acordaba. Cómo podía dejarse tanto, si quería tener fuerzas para enfrentarse a una nueva huída tenía que comer aunque no tuviera ganas de hacerlo.

-¡Genial!- Miraba la nevera casi vacía.- ¡¿Ni siquiera leche?!. Esto es el colmo Samanta no puedes ser más así ya tienes 30 años y tienes que empezar mejor esta nueva etapa de tu vida.- Sonrió al recordar las palabras de Javier.

Una ducha rápida y se fue al supermercado a comprar lo necesario para no morir de hambre, ya de vuelta se permitió pasar por el parque junto su edificio. Era un lugar tranquilo donde iba a su "banco de pensar", rodeado de arbustos quedando casi oculta a la vista de los que pasaban por allí pero dándole una perfecta visión de la calle y la vida que pasaba ante ella. Realmente estaba cansada de huir, quería volver a tener una vida normal y si era posible sin miedo aunque fuese solo un deseo. No estuvo mucho tiempo allí cuando el teléfono sonó dejando su debate interno para otro momento pero al mirarlo frunció el ceño.

-¿Javier?.- Contestó con nerviosismo.
-Sé que te dije que te dejaría tranquila pero no puedo.- Contestó seguido de un gran suspiro.- No ahora que nos hemos vuelto a encontrar.

Al no recibir respuesta de ella siguió intentando demostrar que sus intenciones iban más allá de una simple obra de caridad para limpiar su conciencia.

- Déjame ayudarte aunque no quieras mi ayuda. Como ya te dije antes, no me hago una idea por lo que has pasado pero me gustaría que algún día reunieses las fuerzas necesarias para contármelo todo.
- Javier...- Le contestó en un susurro casi ahogado por las primeras lágrimas.
- Estoy aquí Sam.
-Javier... No sé si podré, me está costando incluso hablar contigo en este momento.- La voz estaba más entrecortada por el llanto.- No quiero volver a pasar por todo eso.
-No pasará, te lo prometo.
-¿Seguro?
-Te lo juro Sam.- Solo se oía el llanto de Samanta a través del teléfono.- Estaré siempre contigo. No te pasará nada.
-Vale.
-¿Vale?.- Un hilo de esperanza atravesó a Javier de arriba abajo.- Sam... Me gustaría que intentases dejar de llorar y escuches lo que te voy a decir.- Esperó a ver si había alguna respuesta por su parte pero al no haberla siguió hablando.- Dentro de un rato me acercaré a tu casa y habláremos, sé que te sentirás más tranquila allí. Después podemos comer algo cómo hacíamos antes, si te apetece...
-Eso estaría bien.
-Entonces nos vemos luego. ¿Vale?
- Vale.

Hecha un ovillo en el sofá esperó a Javier lo que fueron horas, no supo cuántas habían pasado pero empezaba a preguntarse si realmente iba a venir. Solo se había reído de ella, no podía confiar en nadie y Javier no era una excepción. El día estaba pasando y seguía en el mismo sitio en el que llegó después de su llamada ni siquiera había guardado la compra que había hecho.- En fin, otro más que no cumple lo que promete.- Pensó. Decidida se levantó del sofá para comer algo y volver acostarse, total seguía sin tener nada que hacer. No había llegado a la nevera cuando el timbre sonó, un escalofrío recorrió su espalda dándole un vuelco el corazón. ¿Sería Javier?.

Enfrentándose al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora