Parte 4

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Al día siguiente, recibió una llamada de su exjefe, antes de mediodía, instándola a personarse en el Wallaby Tower a las cinco de la tarde. Le indicó que llevase el uniforme de trabajo y su identificación, además de una copia de su documento de identidad. De lo contrario, no recibiría la fracción de nómina correspondiente a los pocos días trabajados en lo que iba de mes. Además, le dijo que, tras verlo a él a las cinco, debía encontrarse con el señor Doyle en el hall principal. Eso no lo comprendía, ¿para qué, exactamente, tenía que verle de nuevo la cara a aquel individuo?

Suspiró, derrotada, y se centró en alistar el uniforme y completar las tareas típicas del hogar. Oteó el interior del frigorífico y de la que era la despensa, o eso se suponía. Rodó los ojos y agachó la cabeza, mientras cerraba la puerta del vacío electrodoméstico. Decidió que no comería en casa, no le apetecía nada ponerse a cocinar y, además, tenía que ir a comprar, con suma urgencia ya que tenía poco más que leche, café y arroz o pasta a los que no podía añadir absolutamente nada.

Se dio una ducha rápida, se secó el cabello y se peinó y vistió de modo informal, como siempre. Acto seguido, tomó las llaves del coche y del modesto y pequeño pisito en que vivía, el bolso y una lista de la compra hecha a prisas.

De camino a donde aparcó su trastomóvil -así le gustaba llamarlo-, organizó mentalmente su día en un listado al que incluso se permitió ponerle un título.

«Lista de pasos a seguir tras ser humillada, retada y despedida:

1 -Ir a hacer la fotocopia del documento solicitado por el pedante del jefe; perdón, exjefe.

2 -Dirigirme al supermercado más alejado de mi hogar ya que será más económico.

3 -Buscar un buen sitio para comer, tan barato como permita una calidad mínimamente en condiciones.

4 -Regresar al mini piso y guardar la compra.

5 -De ahí, dirigirme al Wallaby Tower a dar por finalizada mi etapa allí. Mierda.

6 -Averiguar qué diantre quiere Graham Doyle.

7 -Regresar a casa sin trabajo, con el rabo entre las piernas y la liquidación entre las manos.

8 -Derrumbarme y dejar de existir por unos días, como poco».

Se dispuso a seguir la susodicha listita fielmente, mientras fuese posible. Llegó al quinto punto sobre las cuatro de la tarde y, durante un momento, dudó de si hacer tiempo para no llegar muy pronto o partir directamente, aun llegando demasiado temprano. Finalmente decidió partir directamente y terminó llegando media hora antes, por lo cual entró al lugar dispuesta a esperar en uno de los extremadamente confortables sillones del hall que quedaba pegado al carísimo bar, donde además de estar cómodamente sentada disfrutaría de agradable música de fondo y de la temperatura interior del lugar. Sus planes se vieron truncados ya que estaba todo ocupado, el bar en sí estaba de bote en bote.

«¡Ni que fuese un día importante!», pensó mientras resoplaba y se encaminaba a las escaleras para sentarse allí, a sabiendas de que aquella gente no renunciaba a la comodidad de los ocho ascensores a menos que hubiese problemas eléctricos o un incendio. Abrió la puerta y accedió a las escaleras, subió al primer nivel y se sentó allí, a la espera de que fuesen las cinco menos cinco para adentrarse en esa planta y enfrentar, por vez definitiva, su ya oficial despido.

Hacía menos de un minuto que estaba sentada en los peldaños cuando escuchó el sonido de una puerta abriéndose, cosa que le extrañó mucho. Estaba toda repanchingada allí, ya que creía que nadie recorrería las escaleras, así que le molestó un poquito que no fuese así y que tuviera que acabar apartándose.

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