Mientras colocaba todo sobre la superficie, le iba explicando lo necesario a Genelle.
—El señor Doyle fue a ver a tu exjefe para ver qué sucedía con tu liquidación e intentó razonar con él, pero el hombre se negó a pagarte lo que te correspondía y Graham amenazó con demandarlo —Genelle escuchaba atentamente sin disimular su sorpresa—. Ni con esas funcionó y seguía en sus trece, así que terminó todo mal y, en cuanto Graham salió de su despacho y regresó al bufete, comenzó a preparar todo.
—Eso lo entiendo, pero me choca que se haya tomado tantas molestias por mí —dijo Genelle, estupefacta.
—Según él, te lo debe. Le hiciste un gran favor, o eso dijo ese mismo día —hizo una breve pausa para comprobar la hora y prosiguió—. Me pidió a mí que me encargase de todo porque él no podía, ya que está centrado en algo importante y no le era posible hacerlo personalmente. Yo presenté el caso aquí, en los juzgados, y organicé todo. Sólo puedo decirte, por ahora, que saldrás de aquí con lo que te pertenece, como que me llamo Alma.
—Estás muy segura —murmuró, no muy convencida.
—Sí. Es un caso claro, también fácil.
—Ese hombre es realmente odioso, además no puedo hacer nada contra él.
—Tú quizá no, Genelle, pero nosotros sí. En especial, Graham Doyle. De eso, que no te quepa duda.
Le guiñó un ojo y le entregó el último papel y un bolígrafo, el cual debía utilizar para firmar en un par de puntos conforme aceptaba la representación y seguía adelante.
Siguieron charlando sobre el caso durante unos minutos, suficientes como para ponerse de acuerdo en todo, hasta que fueron requeridas a entrar en la sala de vistas asignada. Genelle estaba muy nerviosa, algo normal en su situación, mientras que Alma mostraba una radiante sonrisa y una gran seguridad.
Menos de media hora después, ambas salían de la sala seguidas por el representante del demandado y él mismo, quien no osó siquiera dirigirles una mirada. Sonreían, extremadamente contentas por el resultado obtenido, y charlaban de cómo se había desarrollado el juicio rápido. Consiguieron que se le pagase a Genelle la indemnización por despido improcedente que debía haber recibido desde un principio pero, además, y sin que lo tuvieran previsto, el juez dictaminó que debía percibir también una indemnización por el daño moral recibido y ordenó abrir una nueva causa contra el acusado por falseo de información, puesto que con eso iniciaba un fraude al Sistema de Administración Tributaria. Genelle no entendía ni papa de todo aquello, pero quedó contenta con el resultado igualmente y al salir saltaba de alegría.
Alma se sentía orgullosa y le explicó a su representada, de camino a una cafetería, que ese era su primer caso sola. Genelle, extrañada, indagó sobre ello y la joven abogada le contó que había tenido un par de casos antes pero siempre en compañía de Graham Doyle, pues estaba en período de prácticas. Realmente iba adelantada en sus estudios, pues debido a sus increíbles calificaciones saltó un curso completo en la primaria y un semestre en el bachillerato y, ahora, se enorgullecía de cursar su último año universitario y tener ya un puesto asegurado en el bufete Graham&Jim.
Doyle confiaba plenamente en sus capacidades y había decidido que entrase de lleno a juzgados en lugar de hacer únicamente trabajos de oficina durante el tiempo que estuviera con ellos antes de licenciarse. Ella estaba eternamente agradecida con ese hombre y le alegraba tenerlo como jefe.
Genelle estuvo escuchándola con atención, casi sin pretenderlo, pues su conversación le resultaba muy entretenida e interesante. Le caía bien la persona que tenía delante, y le apenaba pensar que no la vería más. Disfrutaron de la compañía un rato más, sentadas en cómodos sillones en el establecimiento mientras degustaban un par de capuchinos y sendos pedazos de tarta de queso y frutos rojos, especialidad de la casa. Cuando iban a despedirse, Alma recordó que tenía algo para ella de parte de su superior, así que procedió a entregarle un sobre del que desconocía el contenido. Salieron del lugar y anduvieron hasta donde había aparcado Genelle su coche y, una vez allí, Alma y ella se separaron despidiéndose calurosamente. Ésta se quedó de pie, junto al vehículo, observando a la otra mujer alejarse, con paso firme aun yendo subida en aquellos finos tacones. Veía en la distancia la parte trasera de la falda hasta las rodillas y la chaqueta que formaban parte del atuendo de Alma, y sonreía contenta por haberla conocido.
Al entrar de nuevo en su vivienda, cambió su vestimenta por una más cómoda y se tiró en el sofá. Cerró los ojos y respiró, intentando relajarse. Cuando ya estaba tranquila y algo descansada miró la hora y decidió que en un par de horas iría al banco a cobrar el cheque que llevaba en el monedero. Cheque emitido por su exjefe en la sala de vistas, bajo mandato del juez, por precaución y para evitar posibles problemas con el pago. Tras obtener su dinero, iría a comprar y así le quedaría el resto del día libre.
Recordó lo que Alma le había entregado y lo buscó en el interior del bolso, llevada por la curiosidad. Cuando sacó el folio plegado de dentro del sobre y comenzó a leerlo casi se le cae de la mano. Aquel hombre, al que apenas conocía y el cual había hecho ya mucho por ella, le envió una carta, escrita de su puño y letra, con un contenido inesperado.
«Querida Genelle Greth,
Aunque no seas consciente de ello, me ayudaste sobremanera cuando me contaste todo el otro día en el bar del Wallaby Tower. Por ello, estoy en deuda contigo y estoy dispuesto a saldarla de inmediato.
Espero que el juicio haya resultado como debía y confío en que Alma te haya representado brillantemente. Quería ayudarte con eso porque me parecía injusto que te vieras en semejante situación, más aún por algo que no habías hecho. No soy capaz de poder pasar por alto las injusticias, Genelle, por eso me convertí en abogado. Claro está que contigo no iba a ser diferente y me fue imposible mantenerme al margen.
Ya que tengo bastante que ver con tu despido, al menos indirectamente, quiero ayudarte en el ámbito laboral. He movido algunos hilos y te he conseguido varias propuestas de trabajo. Quedará en tus manos ir, o no, a las entrevistas y tomar una decisión; yo únicamente puedo hacer lo que ya he hecho y dejarlo a tu disposición. Te adjunto varias tarjetas de visita en las que encontrarás anotadas las fechas y horas de las reuniones.
Además, quiero que sepas que tengo un puesto para ti en mi bufete. Bueno, Jim y yo tenemos un puesto para ti. Si te interesa saber más sobre ello, puedes venir a verme por la mañana cualquier día de esta semana. Estaré encantado de recibirte, así como de tenerte con nosotros.
Cordialmente, me despido con la esperanza de verte pronto. Gracias por todo, Genelle.
(Firmado) Graham Doyle».
Tal como avisaba, la carta venía acompañada de varias tarjetas de visita, las cuales miró por encima sin demasiada emoción, pues en su mente se repetía un detalle: Graham Doyle le ofrecía un puesto en su bufete.
Ella, descolocada, se preguntaba qué tipo de puesto sería, pues no tenía formación más allá de la básica. Es decir, no tenía estudios universitarios ni de otro tipo acordes a la actividad de esa empresa. Una agradable calidez la recorría por dentro y era consciente de que los nervios empezaban a traicionarla; no quería hacerse ilusiones ni crearse expectativas vanamente.
Miró, una vez más, el reloj y comprobó que aún quedaba algo de mañana por delante. Animada y embargada por la emoción y la curiosidad, entre otras cosas, corrió a cambiarse de ropa nuevamente.
Elaboró, como era habitual en ella, una lista con las cosas por hacer ese día, al menos las que consideró más relevantes.
«Mi misión de hoy:
1 —Ir a ver a Graham Doyle, INMEDIATAMENTE, para averiguar en qué consiste su propuesta exactamente.
2 —Dirigirme al banco a cobrar el cheque; puedo aprovechar ese rato para pensar en lo que Doyle me diga.
3 —Hacer la compra.
4 —Regresar a casa y guardar los víveres.
5 —Comer fuera, ¡dónde sea! Hoy no me preocupo del precio porque me merezco un capricho, ¡leñe!
6 —Alquilar una película en el videoclub de al lado de casa y verla por la tarde, acompañada de mis amigos: Palomitas, Chocolate y Refresco.
7 —Disfrutar plenamente del día de hoy. ¿Quién sabe cuándo podré permitirme semejante lujo de nuevo?».
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✔️El ósculo
Chick-LitGenelle es la recepcionista principal de un edificio de oficinas con una vida sencilla y monótona. Un día se duerme en su puesto de trabajo y, entonces, un misterioso beso rompe esa tediosa rutina. Comenzará a recibir notas y otras cosas, hecho que...