Parte 22

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Los celos y el nerviosismo la estaban carcomiendo, así que se apresuró en agradecer a la joven, despedirse y abandonar el establecimiento. Una vez fuera, se sentó en un banco de madera de los que había repartidos por toda la plaza del ayuntamiento. Abrió el sobre, sacó el contenido y comenzó a leer.

<<Amor, sigue así. Debes dirigirte al aeropuerto. Encontrarás dinero para tomar un taxi que te lleve y te regrese a tu casa en el interior de este sobre. Cuando llegues allí, dirígete a las pantallas y busca el aterrizaje de las 17:09 horas. Si llegas tarde no te preocupes, con ir a información y preguntar será suficiente. El origen de ese vuelo es mi lugar de procedencia. Ahí tendrás tu nueva pista>>.

<<¡Qué rebuscado!>>, pensaba la recepcionista, pero aun así sonreía divertida pues le resultaba interesante el jueguecito que se traía con ella; la mantenía ilusionada y muy entretenida también.

Cerca del ayuntamiento había una parada de taxis, así que se dirigió hacia allí y tomó uno sin demorarse ni un segundo más. Llegó al aeropuerto a las cinco y un minuto de la tarde, y corrió a buscar la información que perseguía. Sus ojos correteaban nerviosos por los paneles de Llegadas/Origen mientras su mente procesaba a la velocidad del rayo lo que iba leyendo.

17:00 - Londres, Inglaterra. <<Descartado>>

17:03 - Roma, Italia. <<¡No!>>

17:03 - Tokio, Japón. <<¡Menos!>>

17:08 - Bogotá, Colombia. <<Mmm tampoco>>

17:09 - Toronto, Canadá. <<¡Este!>>

No había ninguno más con esa hora de llegada, así que tenía que ser ese. <<Así que... ¿Parker es canadiense? Va a ser más fácil de lo que pensaba el dar con su identidad>>. Rió satisfecha y comenzó a abandonar el lugar. Llamó otro taxi y regresó a su casa, feliz de tener un dato más.

Ella opinaba que, sabiendo el apellido, el mes de nacimiento y su país de origen, todo sería más simple a la hora de hacer el descarte. Lo que tenía que conseguir, y eso iba a ser lo complicado, era una relación de todos los empleados que había en el Wallaby Tower. Con el jefe de personal podría conseguir un listado de los que trabajan fuera de las empresas, pero no de los que pertenecían a éstas. Sería complicado, pero ella estaba más que decidida a encontrar un modo de alcanzar su objetivo.

El lunes por la mañana, Genelle se dedicó a arreglarse para ir al trabajo durante más rato del que habituaba. Envió un mensaje a Alma para recordarle lo de la visita de la hija del repartidor para una entrevista; esperaba que saliese bien, aunque había logrado una cita más con el encargado de personal del Wallaby Tower, quien le recomendó montar una entrevista múltiple. Aquello no le agradaba a Genelle, pero pensó que quizá no sería tan mala opción, por lo que días atrás envió un comunicado a las distintas empresas para informarles de que a las once y media de la mañana tendría lugar una entrevista abierta, por si querían asistir en caso de necesitar personal.

Eran las once menos diez cuando una joven rubia, de aproximadamente la misma altura de la recepcionista, con vestimenta adecuada a la situación y al lugar y ojos inquietos se acercó a ella y se presentó. Genelle la informó de cómo iba a desarrollarse todo y la chica, Marga, se mostró nerviosa aunque conforme. Genelle sentía que alguien la observaba, pero evitaba mirar a su alrededor. Acompañó a Marga al pequeño salón de actos de la planta baja y dejó todo listo. Regresó a su puesto, custodiado durante ese rato por Devon, y se acomodó en su silla para continuar con su trabajo.

Estaba centrada en la traducción de un documento cuando un tipo llamó su atención, por lo que ella alzó el rostro y le miró fijamente. Lo primero que vio, durante el trayecto de su mirada desde el mostrador hasta la cara, fue una camisa gris que cubría provocativamente lo que parecía un bien formado torso. La leve curiosidad que levantó en la mujer aquel hombre, de buena altura y apariencia física, se esfumó tan pronto su semblante fue descubierto por los ojos de la recepcionista. <<Otra vez este idiota>>, pensó algo molesta por su presencia. En su fuero interno estaba iracunda, tan solo tenerlo enfrente la irritaba profundamente y aquello la disgustaba. Estuvo a punto de perder la compostura y el dominio de sus palabras, pero supo controlarse.

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